• Hermandad y árboles: el arquetipo de Artemisa


Texto de Jean Shinoda Bolen. Extracto del libro “Sabia como un árbol”. Editorial Kairós. ISBN: 978-84-9988-132-4. Transcripción: Arboleda de Gaia

Entre aquellas de nosotras  que participamos en círculos y organizaciones de mujeres que tiene como misión el empoderamiento o el rescate de las mujeres y de las niñas, existe un sentimiento de hermandad; de lo contrario, no tendría verdadero significado para nosotras hacer lo que hacemos. En lo que no había pensado realmente era en que estas mismas mujeres pudieran sentirse como en casa estando en los bosques, o tuvieran una afinidad con los árboles, hasta que empecé a escribir Sabia como un árbol y, en una reunión de coordinadoras de la Iniciativa del Millonésimo Círculo, pregunté espontáneamente: “Cuántas de vosotras fuisteis chicas escautistas?”*, y todas las allí presentes dijeron que lo habían sido. No hubiera debido sorprenderme, aunque me sorprendió; esto confirmaba, además que las mujeres abrazaárboles y las feministas son aspectos del mismo arquetipo, personificado en la mitología clásica en Artemisa, la diosa griega de la caza y de la Luna, que donde se sentía de verdad como pez en el  agua era en los bosques, en sus claros y en las montañas.

Artemisa es el arquetipo activo de las feministas que tienen un sentimiento de hermandad, un espíritu igualitario y combativo, y que sienten amor por la Naturaleza. Artemisa era la diosa griega que acudió en auxilio de su madre cuando esta estaba a punto de ser violada, y defendió su honor cuando las palabras la humillaron. Oyó las oraciones de una doncella suplicándole que la liberara del hombre que la perseguía, y Artemisa la salvó convirtiendo a la muchacha en un manantial. Las mujeres apelaban a ella para que las ayudara a dar a luz; los animales estaban bajo su protección, y, en algunas partes de la Antigua Grecia, a las muchachas prepúberes se las consagraba a la diosa durante un año como “pequeñas osas de Artemisa”, protegiéndolas así del matrimonio a temprana edad con hombres mayores. Por los seres a los que protegía y los valores que simbolizaba, se la podría definir como feminista y ecologista. Como diosa de la caza, daba siempre en el blanco con su arco y flechas de plata; y como diosa de la luna, era a su luz como más le gustaba ver el mundo, y se la identificaba con la luna creciente, justo antes de convertirse en luna llena. Artemisa era un diosa virgen; por eso es psicológicamente virgen la parte de Artemisa que hay en todamujer…, como una selva virgen, en u cualidad independiente e intacta. Artemisa actuaba presta y respondía con decisión a quienes invocaban su ayuda, y castigaba también con presteza a quienes la ofendían. Sus compañera eran las ninfas de los bosques, de los lagos y de las montañas (Bolen, Las diosas de cada mujer).

Diferencias arquetípicas
Me hice feminista activa en un momento en que formaba parte de la Asociación Norteamericana de Psiquiatría y presidía el Consejo de Asuntos Nacionales. La organización había convocado un referéndum, en el que se aprobó la propuesta de retira el apoyo de la Asociación a la Enmienda de Igualdad de Derechos (ERA).** En aquel tiempo, el 89% de los psiquiatras eran hombres, y dos terceras partes de nuestros clientes eran mujeres. Teniendo en cuenta que la desigualdad afecta a la autoestima y reduce las oportunidades de desarrollarse, aquellos que dentro del marco de la psiquiatría apoyábamos la Enmienda consideramos que se trataba de un asunto de salud mental. Fui cofundadora, junto con Alexandra Symonds, de Psiquiatras a Favor de la Enmienda de Igualdad de Derechos, e invitamos a Gloria Steinem a que asistiera a la reunión anual que se celebraría en San Francisco. Respondió, dio una conferencia de prensa, habló, y todo ello atrajo la atención mediática. Galvanizamos la convención con nuestras insignias ERA del color verde brillante, piquetes, folletos informativos, y Gloria Streinem. Todo ello tuvo como resultado que el Consejo de Administración de la Asociación de Psiquiatría votara a favor de apoyar la Enmienda, igual que hacían tantas otras organizaciones nacionales, dejando de celebrar sus reuniones anuales en aquellos Estados no ratificados. En este caso, se anuló la reunión que se planeaba celebraren Nueva Orleans, y la Asociación hizo además un sustanciosa contribución económica para que la Era quedara ratificada.

Yo había dado por hecho que todas las mujeres psiquiatras apoyarían la igualdad de derechos para las mujeres, pero me equivoqué, y aprendí de esta suposición equivocada que hay mujeres que tienen un sentimiento de hermandad con las mujeres, y otras que no. Poco a poco empecé a darme cuenta de que esta diferencia se basaba en patrones arquetípicos o innatos: entre las mujeres de Artemisa y las mujeres que se parecían a Atenea, la diosa griega de la sabiduría, a cuya mente privilegiada se le dio un uso estratégico y práctico. De todos los dioses y diosas del Olimpo, Atenea era la única a la que Zeus confiaba sus símbolos de poder. Según la mitología clásica nació de la cabeza de Zeus como mujer plenamente madura y luciendo una armadura de oro. Ella es la arquetípica hija del padre, defensora del patriarcado y de la jerarquía. Era la patrona de la ciudad de Atenas y de los héroes famosos.

Por el contrario, Artemisa vivía en los bosques y en las montañas, no se sentía a gusto en la ciudad ni el campo de batalla, donde Atenea se hallaba en su elemento. Hay en las mujeres más arquetipos que estos dos, pero entre aquellas que son capaces de concentrarse en una carrera profesional, y de pasar por la facultad de Medicina, por ser internas y residentes para poder llegar a ejercerla, eran estos dos los que predominaban y los que me ayudaron a comprender los distintos arquetipos, que basé en las diosas griegas cuando escribí Las diosas de cada mujer.

Puede que las mujeres de Artemisa tengan carreras y objetivos profesionales, que reciban reconocimiento por su trabajo y lleguen a ejercer puestos de poder, pero normalmente no era esta la idea o la meta que perseguían cuando iniciaron su andadura en un determinado campo. Muchas ONH fueron fundadas por mujeres de Artemisa, cuyas causas sí que se correspondían con las del arquetipo, y que serían, por ejemplo, rescatar o salvar a aquellos que necesitan protección (el medio ambiente, las especies en peligro de extinción, los animales, las mujeres y las niñas y niños), o empoderarlos (a mujeres, niñas, pueblos indígenas y personas marginadas). Las 12 áreas preocupantes que se especifican en la Plataforma para la Acción de Beijing y que son prioritarias para las ONG que trabajan por implementar dichas metas son causas de Artemisa.

Avatar: la gente árbol
En la misma época en que escribía este libro vi la película de James Cameron Avatar, que me pareció una mítica confrontación entre las “personas árbol” y las “personas no árbol”. Era una alegoría de ciencia ficción, estaba localizada en un extraño planeta verde llamado Pandora, cubierto de árboles y de maravillas de la flora y la fauna, algo muy parecido a una selva tropical, pero con montañas y más mágico. Esta gente árbol vivía dentro, debajo y encima de los árboles; era gente indígena, de forma humana, mucho más alta, con una elegante cola, y piel de un precioso color azul intenso. Estaban conectados con la energía espiritual que provenía de Ai’wa, la Madre, como red de vida.

Al igual que los místicos de la Tierra, los na’vi experimentan una unidad de conciencia, o unidad de unos con otros y con todos los demás seres vivos; y todos son manifestaciones de un solo Ser. Al que llaman Ai’wa. El saludo “te veo” es más que un superficial “hola”; es como el saludo sánscrito Namaste: “la divinidad que hay en mí contempla a la divinidad que hay en ti”, que sería Ai’wa en el planeta Pandora. En realidad, “te veo” es también un saludo africano zulú, pues eso es exactamente lo que significa Ngiyakhubona.

La gente no árbol era norteamericana, una corporación procedente de un planeta lejano que llega a Pandora para extraer un mineral muy valioso. Habían establecido allí una gran base de operaciones, con mineros, mercenarios y antropólogos científicos, y estos últimos aprendían sobre el pueblo indígena, los na’vi, a través de sus avatares. La crisis seprodujo cuanso se detectó que el mayor yacimiento del valioso mineral se encontraba debajo del inmenso y ancestral árbol sagrado, el axis mundi (el centro del mundo) de Pandora, un árbol tan grande que albergaba la comunidad en su interior. El director de la corporación quería que las avatares convencieran a los indígenas de que se alejaran del árbol para no sufrir daños, antes de dar la orden de que lo destruyeran, puesto que matarlos perjudicaría la imagen de la compañía; pero si no cooperaban la necesidad de obtener beneficios no dejaba duda de cuál sería la decisión. Lo que estaba claro era que había que derribar el árbol.

La enormidad de la destrucción del imponente, inmenso y hermoso árbol sagrado llenó la pantalla, y fue el principio del enfrentamiento entre ellos y los habitantes indígenas del planeta. La destrucción puede ser a la vez admirable y horrible, y así fue en este caso. Hay un tremendo poder y, a menudo, destreza en destruir algo de proporciones colosales. Los taladores que derriban formidables secuoyas milenarios y los que vuelan edificios que es necesario demoler son muy hábiles haciendo su trabajo y se enorgullecen de ello. Veo en ellos un placer similar al que obtienen algunos niños pequeños al destruir los castillos de arena que otros ha construido en la playa, o los bravucones al echar a perder el trabajo de otros a los que tratan con desprecio. En esta película, los altos habitantes de color azul y elegante cola tiene a la Madre de su parte y, con la ayuda de animales formidables, gana la batalla. Pero mientras el valioso mineral siga existiendo, ¿acaso alguien piensa que “la gente del cielo” que “viene de un planeta en el que no queda nada verde y que ha matado a su Madre” no volverá, y esta vez con más tropas y armas más poderosas?

Una extraordinaria potencia de fuego, y ningún escrúpulo en emplearla para destruir árboles, animales y pueblos indígenas, es precisamente la historia de la civilización occidental –empezando por la invasión y conquista de los pueblos neolíticos del aAntigua Europa que veneraban a la diosa (entre los años 265.000 y 5.000 a. dde C.) por los indoeuropeos de la Edad de Bronce, a los que la arqueóloga Marija Gimbutas llama kurgans, que, con sus caballos, su superioridad de armas y sus dioses celestiales, encontraron el artístico pueblo de la diosa, que no construía fuertes ni tumbas sofisticadas, muy fácil de derrotar.

El desprecio que los taladores contemporáneos sienten por los “abrazaárboles” tal vez se remonte a la época en que la divinidad era la Gran Diosa o, como lo sintetizó Merlin Stone, “en que dios era mujer y toda la Naturaleza era sagrada. Los pueblos indígenas han conservado estas mismas creencias, como hicieron los paganos de Irlanda, Inglaterra y Gales. La expresión “¡hijo de perra!” se refería a un hombre que honraba o adoraba a la Diosa (la Perra); era un pagano que honraba a la Madre Naturaleza. Los hombres que preservan la naturaleza en lugar de destruirla merecen , en un sentido positivo, que se les llame “hijos de perra”, y puede que los hayan criado madres que los imbuyeron de una actitud positiva hacia la belleza y la naturaleza, o que les ayudaron a desarrollar el aspecto femenino de sus psiques.

Los hombres acaudalados que salvaron lo que hoy son los parques nacionales de Norteméria tenían la motivación de preservar la belleza y la grandiosidad de la Naturaleza para disfrute de todo el mundo. Fueron hijos que heredaron las riquezas, pero no el mismo deseo de amasar todavía más que había motivado a sus padres –de comportamiento despiadado, con mucha frecuencia-. Para conservar Yosemite y otras zonas silvestres, se enfrentaron a hombres muy parecidos a sus padres, hombres que se creían con del derecho a talar, a excavar y hacer dinero a costa de la Naturaleza. Preservación contra utilización (o explotación): este es el fundamento de la mayoría de las luchas relacionadas con los árboles. Los activistas de Greenpeace, ¡La Tierra Primero!, los manifestantes que apoyaban a Julia Butterfly Hill (uno de los cuales murió accidentalmente/a propósito cuando le cayó encima un árbol en el momento de talarlo) y los jóvenes que ocuparon el robledal del campus universitario de Berkeley tienen más en común con las mujeres de Artemisa que con los hombres dominadores que las culturas y familias patriarcales esperan que lleguen a ser un día. Los niños y los hombres que se relaciona son su propia naturaleza femenina y con la Madre Naturaleza son como las mujeres, las niñas y los árboles en cuanto a que, a menudo, se los humilla y rebaja psicológicamente. En las mismas partes del mundo donde más extrema es la dominación masculina y la mujer es propiedad del  hombre, reprimir la feminidad en los hombres va de la mano con oprimir a las mujeres.

El vínculo entre los árboles y las mujeres que los salvan
En un mundo donde la fuerza tiene siempre la razón, donde el patriarcado es una corporación o un jefe militar, son muy pocos los que hablan en nombre de los árboes o dicen haberlos escuchado. A vece, sin embargo, la conversación de una persona con un árbol puede salvarle la vida, o salvarle la mente, como es el caso de esta, que cuenta Julia Butterfly Hill, y de la que dependía su supervivencia:

Si hubiera permanecido con aquella tensión las dieciséis horas que iba a durar la sacudida de la tormenta, me habría partido en dos. Pero me agarré a Luna con fuerza, abrazada a la rama que atraviesa la plataforma, y le dirigí mis plegarias:

- No sé lo que está pasando aquí. No quiero darme por vencida porque he hecho un pacto contigo. Pero ya no me quedan fuerzas. Luna, estoy aterrada, me estoy volviendo loca.

Quizá lo estaba o quizá no, pero en ese momento me pareció oír a voz de Luna diciéndome:

- Julia piensa en los árboles bajo la tormenta.

Julia visualizó los árboles doblándose a merced del viento, y la voz de Luna continuó diciéndole:

- Los árboles no se empeñan en pasar la tormenta rectos, tiesos, estirados […]  Se dejan mecer por el viento. Comprenden lo importante que es dejarse llevar [… ] Ahora no te toca ponerte rígida, Julia, porque si no tú también te quebrarás. Aprende de la fuerza de los árboles. Permite que fluya. Déjate llevar. Así es cómo sobrevivirás a esta tormenta. Y así es cómo superarás todas las tormentas de tu visa. [Hill, El legado de Luna, 2001.)

Y eso hizo. Aflojó los músculos tensos, y se dejó doblar y agitar violetamente por el viento; aulló y rió, gritó y lloró, se enfureció y chilló. Y una vez que la tormento hubo pasado, se dio cuenta de que se había soltado de todos los apegos, incluidos el apego al “yo” y a la vida, y de que nadie tendría ya ningún poder sobre ella: “Iba a vivir mi vida guiada por la fuente suprema, la fuente de la Creación”.

El Movimiento Cinturón Verde que impulsó Wangari Maathai empezó por un determinado árbol que crecía en el corazón de África. Le dijo a la periodista Johann Hari que se sentaría durante horas debajo de aquella higuera, que su madre le había contado que era sagrada y dadora de vida, ya ala que nunca se debía hacer daño. “Aquel árbol inspiraba admiración; estaba protegido; era el hogar de Dios. Pero en los años 1960, después de haber vivido muy lejos, regresé al lugar en el que había crecido-dice- y, al llegar, me encontré con que a Dios se la había reinstalado en un pequeño edificio de piedra llamado iglesia. El árbol había dejado de ser sagrado y lo habían talado. Lloré la muerte de aquel árbol. Sabía que los árboles tienen que vivir; tienen que vivir para que nosotros vivamos (Hari, “Can One Woman Save Africa?”, Independent, 28 de septiembre del 2009).

* Del inglés girl scout; movimiento juvenil de exploradores originario de Inglaterra. (N. de la T.)
** Equal Rights Amendment. (N. de la T.)


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