Cuenta la leyenda que en el
año 40 Santiago peregrinaba por España y, al llegar al poblado indígena de
Salduie, se le apareció la mismísima Virgen María en carne y hueso, de pie
sobre un pilar de Jaspe rojo. María le dijo a Santiago que en torno a ese pilar
construyera el primer templo mariano del mundo; encargo que él cumplió
levantando allí mismo una iglesia de adobe.
Hasta la misma Iglesia Católica
admite que la leyenda carece de base alguna, y nosotras sabemos que ese relato
es sólo uno más de los mitos de reemplazo con los cuales fueron cristianizados los
antiguos cultos femeninos indígenas de la península ibérica. Que la iglesia decidiera levantar allí un
templo importante y adjudicarle una leyenda que la significa como el primer templo mariano del mundo, ya es un indicio de que el
lugar probablemente fue sede de un importante culto femenino anterior. Sin embargo es difícil
encontrarlo cuando rastreamos su historia.
Los restos más antiguos
hallados en Zaragoza son del siglo VI antes de nuestra era, y corresponden a la
ciudad-estado de Salduie perteneciente a la tribu de los sedetanos, pueblo
indoeuropeo de tipo celta hallstático procedente de la zona de la
actual Bélgica. Claramente patriarcales, de lengua protocéltica indoeuropea,
llegaron a la Península y tomaron como destino final el valle medio del Ebro, donde se asentaron al
sur del río. Incineraban a los muertos, acuñaban moneda y
adoraban a dioses masculinos, de los que han sido hallados uno equivalente a
Marte, y otro representado como un dios con arado que presidía la agricultura.
Hay algún rastro de culto a Démeter pero era, claramente, una deidad
secundaria. El jinete y el caballo fueron para ellos sus símbolos básicos como
representación de heroicidad guerrera. Cuando Roma invadió la península, se
aliaron rápidamente con ella y participaron en sus guerras. Por lo tanto por
aquí no podemos encontrar referentes simbólicos femeninos, aunque no puede
descartarse que, al contar Zaragoza con 3 ríos (Ebro, Huerva y Gállego), pueda
haber existido anteriormente allí algún culto a una divinidad femenina de las aguas,
tan frecuente en la antigua península ibérica.
Sin embargo el dato del
pilar de Jaspe rojo es muy sugerente simbólicamente dado que la leyenda nos dice que el pilar en
cuestión es, en realidad, más importante que la misma estatua de la Virgen. La
columna (pilar) mide un metro sesenta de alto y tiene un diámetro de 24 cm.
Actualmente está forrada con bronce y plata, y por detrás tiene una apertura
llamada “humilladero” que permite acceder a la piedra, para que la gente se
arrodille para besarla. Normalmente está cubierta por un manto enorme, pero
puede verse entera los días 2, 12 y 20 de cada mes, ignoro el porque de estas
fechas.
Cuando se conocen las
propiedades y tradiciones en torno al Jaspe rojo, se puede deducir claramente
que esta piedra simbolizaba en la antigüedad la sangre femenina y la
fertilidad.
El jaspe rojo o Jaspe
Sanguíneo es una roca ígnea del tipo del sílex con alto contenido en hierro, a
lo que debe su intenso color rojo. A veces, lleva dentro piezas sueltas que
suenan al mover la piedra, como si llevara otro ser en su interior, siendo en
este sentido un símbolo de la mujer embarazada.
En varias culturas mediterráneas de la
antigüedad se creía que el Jaspe era la sangre petrificada de la Tierra
y se le
atribuía la capacidad de regular la pérdida de sangre tras el parto, calmar el
dolor de la menstruación y el parto, y ayudar a las mujeres a tener leche para
dar de mamar. En Egipto era llamado “Sangre de Isis” y se hacía con esta piedra
el amuleto llamado “Nudo de Tit”, que representaba los órganos genitales de Isis y
daba a quien lo llevara las virtudes vivificadoras de la sangre de la diosa. También la diosa
egipcia Sekhmet fue considerada “Señora del Jaspe rojo”. En Babilonia se
utilizaba para favorecer el embarazo y el parto como, siglos después, también en
Roma.
Nudo de Tit de Jaspe rojo. |
Estos saberes parecen
haberse mantenido durante muchos siglos, porque en el siglo XI Marbodio -obispo de
Ruán, Francia- aconsejaba a las mujeres que se colocaran un Jaspe rojo sobre el vientre para calmar los dolores del parto y, más tarde en el siglo XV, el
alquimista castellano Enrique de Villena lo recomendaba en el mismo sentido.
En cuanto al pilar en sí
mismo, hay una larga tradición de pilares, columnas o cipos que representaban a la antigua diosa o, mejor dicho, de diosas cuyos cultos comenzaron bajo la forma de la adoración a un pilar o columna. Las mismas cariátides, columnas con forma de
cuerpo de mujer, serían herederas de ese simbolismo.
Hace
9.000 años, en el sur
de Anatolia -actual Turquía- floreció la ciudad de Çatal Hüyük, el
mayor
emplazamiento neolítico del Próximo Oriente. Entre
el 7.000 y el 5.000 antes de nuestra era tuvo su período de mayor
florecimiento para ser luego abandonada por razones que se desconocen.
Esta cultura nos muestra el
culto neolítico a la diosa madre ya que en las excavaciones allí realizadas
se
encontraron pilares rojos que la representaban. Este simbolismo también fue hallado en las culturas de la Vieja Europa excavadas por Marija Gimbutas,
así
como en la Creta minoica.
En estelas de Cartago el
pilar representaba a la diosa Tanit, cuyo culto fue traído a la península ibérica por los cartagineses. Tuvo culto en Cadiz, en las Islas Canarias y en Ibiza, lugar donde se le rindió culto hasta el siglo II y se han hallado la mayor cantidad de representaciones de Tanit en nuestra tierra. El
culto al pilar también fue manifiesto a través del culto al tronco de árbol cortado, al que se han retirado ramas y hojas, que nos refiere a la diosa Ashera,
consorte de Yahvé antes de que su rastro fuera borrado por el patriarcado
semita, y a cuyo nombre se debe la denominación de ashera o asherim para los troncos que
la representaban.
Oculado neolíticao hallado en Lebrija, Sevilla. |
Refuerza estas hipótesis el
hecho de que la estatua que se encuentra sobre el Pilar es una Virgen Negra. Realizada
en madera de cedro a partir de un tronco que fue rebajado hasta modelar la
imagen, la escultura se atribuye al escultor Juan de la Huerta y se cree que
fue realizada hacia 1435 para reemplazar la imagen anterior, que se quemó en un
incendio. Que la Pilarica sea una Virgen Negra es relevante porque las vírgenes negras siempre señalan lugares ancestrales de culto a la Madre Tierra. Nadie puede aducir que
esta virgen es negra por el humo de los cirios, como suele argumentar la iglesia
para justificar el color negro de algunas vírgenes, ya que la elección de la
madera de cedro, que oscurece al envejecer, certifica la intención simbólica de su
autor.
Sobre
la Virgen del Pilar
se han volcado varios conceptos netamente patriarcales. Se la transformó
en la patrona de la
Guardia Civil y de la Armada española, fue un importante símbolo
franquista y su celebración se estableció intencionalmente el mismo
día de la llegada de Colón a
América, fecha que marcó el inicio de la invasión y devastación de las
culturas
indígenas americanas.
Mi
propuesta es reclamar y
recuperar a la Virgen Negra del Pilar como un arquetipo que nos trae la representación
ancestral del poder fertilizador de la sangre de las mujeres, a través de ese pilar rojo honrado en la península ibérica. Y ese
símbolo nunca debería simbolizar a una diosa de la guerra, el ejército o
la invasión, porque representa a la Madre Tierra, sus misterios y su amor e infinita generosidad.
Honrémosla, pues, este 12 de octubre para que sus bendiciones sanen las
heridas que enfrentan a los pueblos hermanos oriundos de nuestra tierra.
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