Las hogueras de San Juan 

Por Marianna García Legar
San Juan en Les, Lleida. Foto de Marta Lluvich. Clica para verla mejor. 
Las hogueras de la noche de San Juan se hacían en lugares de importancia ritual como ser una fuente sanadora, un cruce de caminos, el límite entre las casas y los campos cultivados, etc. En las casas grandes está recomendado encender cuatro hogueras, una en cada dirección, para garantizar la protección de la casa y sus habitantes durante todo el año. 
La hoguera debe encenderse con un manojo de espigas de la primera gavilla de trigo. Se dice que el poder de esta hoguera se extiende durante todo el año y sirve para espantar entidades dañinas, alejar ladrones, proteger contra el ataque animales peligrosos, asegurar la cosecha, espantar las alimañas del corral, prever el futuro, etc. 
En algunas regiones las fogatas de San Juan antiguamente se llamaban “cuevas”. Algunos anacoretas, que vivían retirados en cuevas de lugares perdidos, tenían la costumbre de encender esa noche una hoguera a la entrada de su cueva, para enviar sus bendiciones por doquier. A esas hogueras de las montañas se las llamaba “cuevas” y este nombre se hizo de uso común en algunas regiones para referirse a las fogatas de San Juan.
Originalmente en el centro de la fogata se plantaba un Palo Mayo adornado con coronas de flores, costumbre que sigue viva en algunos lugares de los Pirineos catalanes. En pueblos de la Alta Ribagorça esta noche se baila y se canta en torno a un Palo Mayo encendido llamado Haro, verdadera antorcha arbórea. Muchachos y muchachas bajan corriendo en zigzag, desde arriba de la montaña hasta la plaza del pueblo, llevando en sus brazos troncos en llamas con los que encienden las hogueras. El pueblo los recibe con música y cantos en estas fiestas que han sido nombradas Patrimonio Inmaterial de la Humanidad (foto).
A pesar del riesgo que conlleva, se llevaban antorchas a los campos para bendecirlos con el fuego de la hoguera. También se esparcían en campos y huertos los tizones y la ceniza resultantes del fuego, reservando siempre una parte para ser usada durante el año en caso de desgracia o enfermedad. 
Otro rito de fuego consistía en ir a ver la salida del Sol. La gente decía que esa madrugada el Sol bailaba al salir y que, a su compás, bailaban también todas las brujas del mundo. 
Los fuegos de San Juan ofrecían una serie de rituales muy variados con fines medicinales, protectores, exorcizadores, oraculares y amorosos. Otro aspecto del fuego protector es el “fuego que se escucha” realizado mediante petardos, fuegos artificiales, cohetes y tracas y que tiene el poder de alejar la mala suerte.
Extracto del libro “Fiestas de la Tierra y espiritualidad matrística en la península ibérica” de Marianna García Legar. Para más información sobre el libro clica aquí: http://libroruedadeizpania.blogspot.com.es