Ilustración de David Urquiza para El País. |
Últimamente
se ha puesto de moda el tema de la eyaculación femenina.
Aunque
a algunas mujeres esto puede resultarles sorprendente, muchas mujeres, cuando
está excitadas y con una estimulación adecuada de las glándulas de Skene (que
ahora se está llamando la próstata femenina), eyectan un líquido que no es pis.
Esto no sucede necesariamente al mismo tiempo que el orgasmo, sino que puede
coincidir o no con éste.
Es
importente aclarar que las mujeres que no “eyaculan” no tienen ningún “defecto”
y que eso no quiere decir que sus orgasmos sean menos intensos. Es más, algunas
mujeres que “eyaculan” espontáneamente durante el acto sexual no tienen
orgasmos.
¿Y
porque no eyaculamos todas? Pues simplemente porque no somos máquinas y, por lo
tanto, no somos todas iguales (¡¡bendita diferencia!!).
A mi
lo me preocupa es la “competencia” que veo emerger entre mujeres cuando se
sienten mal porque ellas no “eyaculan” y otras sí lo hacen. Me preocupa esa
necesidad de igualarse con las que sí lo hacen, sintiéndose inferiores si no lo
consiguen.
Mujer,
si no eyaculas pero disfrutas intensamente de tu sexualidad y tienes orgasmos,
¡está todo bien! ¡No te preocupes! Y si deseas experimentar con tu sexo a ver
si logras eyacular ¡adelante! Pero que sea como un juego, sin complejos ni
tonterías y con sentido del humor.
Para
las que no habéis oído hablar del tema, os adelanto que lo llaman squirting. Que es uno de los temas más
visitado en pornografía en Internet. Que hay un pornógrafo colaborador de Nacho
Vidal que se hace llamar Ninja Squirt
(José Diaz) y dice estar autorizado por Mantak Chía (!!!) para enseñar estas
técnicas en sesiones individuales pagas para lograrlo (o sea: prostitución
masculina vestida de taoísmo y taoísmo sacando provecho de la prostitución ¡qué
pena Mantak Chía!). Ninja Squirt también
dice que puede hacer que tengas un orgasmo con eyaculación en 20 segundos,
previo pago claro. Y yo me pregunto ¿Quien quiere correrse en 20 segundos y
pagando?
A
continuación deseo compartir con vosotras este texto de Gabriela Wiener que fue
publicado en El País sobre el tema. Lleno de humor, atrevimiento y osadía (y
capaz de escandalizar a algunas lectoras), me parece una buena muestra de cómo
muchas mujeres tienden a vivir actualmente el sexo, como si fuera un
espectáculo y a la vez, como si fuera una competición. Triste pero real.
#Noespis
Soy
Gabriela, ya estoy aquí. Sube, dice esa voz. Quiero echar a correr, pero no me
voy. En el ascensor rezo sobre todo para que el ex de M sea limpio, para que no
sea demasiado desagradable, para que no me viole, ni me mate. Me digo que estoy
loca, que tengo unos huevos enormes o unas neuronas muy pequeñas, pero ya no
hay tiempo de arrepentirse. La puerta se abre.
Anoche,
como en la cuarta copa, conté en el bar que mi reportaje en primera persona
sobre la eyaculación femenina peligraba seriamente. Ninja Squirt,
el tipo que se hizo tan popular por masturbar mujeres vestido de ninja allá por
el 2008, ya no hacía pajas, ahora te acompañaba en un “camino de
autodescubrimiento”. Me ofreció conectarme con mi sexualidad más profunda y
activar las pulsaciones de mi útero para empoderarme, un largo camino a 200
euros la sesión. Tenía que buscar otra “fuente”.
Cuando
acabé de decir esto, M me llamó a un lado. Tenía que hablarme de su ex, una
especie de gurú del “spiderman genital”. ¿What? “Sí, es la técnica con la que te hace chorrear”, metiendo sus dedos
como si fuera a escupir telarañas entre los edificios. “Es rápido y letal”, apuntó.
¿Por
qué tengo que venir a ver a un sujeto para que me lo haga? ¿La eyaculación
femenina es cosa de hombres, de ninjas, de profesionales, de expertos de dedos
largos, de fuerza, de brazo, de músculo? ¿Qué intento probarme a mí misma? Algo
de mi vocación autogestionaria (soy autoorgásmica) se resiente al verle
aparecer en el portal. Es un tipo raro pero me alivia que no sea un psicópata.
Ya en su habitación, me invita a sentarme en la cama. Hablamos de tecnicismos.
La situación no es habitual, es posible que me cueste excitarme. Me dice que me
quite todo de la cintura para abajo y me tumbe. ¿Quieres tocarte tú o prefieres
que lo haya yo? Estoy más vaga y más seca que el desierto de Atacama. Tú, le
digo. En estas condiciones ya da lo mismo.
He
llegado a este punto porque no squirteo.
No empapo la cama. No tengo orgasmos con aspersor. No riego las caras de mis
amantes. Hay algo más, la duda: “¿Y si soy una mujer incompleta?”. Es como
cuando eres hijo único: no es que no puedas vivir sin los hermanos que nunca
tuviste pero siempre te acompañará la sensación de que te has perdido algo.
Pero
no por eso voy a pensar que es pis, como concluye un reciente informe científico
que desató la ira de las mujeres eyaculadoras del mundo. A la torpe afrenta
médica ellas respondieron con el contundente hashtag #noespis, fotos de sábanas mojadas y charcos en el suelo.
¿Todas
podemos eyacular? ¿Es una cuestión fisiológica o una cuestión de entrenamiento?
Quizá tenía atravesado lo que me dijo una vez cierta amiga: “Yo me corro
súperbonito pero lo otro (chorrear) es como la olla de oro bajo el arcoiris. La
fucking aurora boreal. Te ríes como
una cretina y si sales a la calle fijo que te atropellan”.
Ya
llevaba un buen tiempo pensando si existía algo así como el Gran Orgasmo, el
Dorado de los orgasmos, un tipo de corrida que uniera la sensación de clímax
con el momento chorro, cuando pasó lo de Elena Cabrera, periodista, amiga y
activista del squirting. Ella me explicó
que lo conseguía con masturbación clitoridiana y una presión adecuada en la
zona del punto g, sobre la “próstata femenina”. Desde allí las glándulas de Skene expulsan el líquido.
Elena dice que a veces eyacula y no se corre, otras se corre y no eyacula. Y a
veces sucede a la vez. Orgasmo y eyaculación son cosas distintas, pero pueden
ir juntas. Me sentí cerca de una especie de respuesta. Poco después le pedí
intrigada que me enseñara cómo lo hacía. Para eso están las amigas. La vi
masturbarse, correrse y eyacular sin disimular mi envidia. Fue peor que si
hubiera publicado un libro mejor que el mío.
Y
ahora estoy aquí. Me siento como una máquina estropeada a la que hay que
reparar a hostias. El tipo mete y saca sus dedos. Esto es una pérdida de
tiempo, me digo. La sensación es bastante molesta. Si te parece que vas a mear
no te detengas, dice. Eso yo ya lo sabía. Me preocupa más desgarrarme. Estoy en
el suelo y a cuatro patas. La pose infalible, afirma. Me masturba desde atrás.
Me doy cuenta de que en el tocadiscos suena algo de hardcore, la música
ambiental perfecta para sus duras y profundas arremetidas. Me ha susurrado
amablemente al oído: "tengo la fregona lista". Casi escucho el
castañeo de mi vagina dentada.
Siempre
me ha parecido sospechoso que solo en el porno de squirting los orgasmos de las mujeres tengan categoría de real.
Como si el placer tuviera que verse para existir. Como si el goce pudiera
medirse o compararse. Como si el sexo no tratara de intimidad sino de
espectáculo. Tiene que ver con hombres que pagan altísimas sumas por
prostitutas que squirtean. Con
Cytherea, la reina del chorro a propulsión y la ficción pornográfica. También
con los gurús que se forran prometiéndonos que “liberaremos a la verdadera
mujer que llevamos dentro” echando agua. Pero la sospecha no me va a hacer
eyacular.
Me
meo. Siento una cosa muy rara. Como si se me hubiera roto algo por dentro. Algo
desesperante, que empieza y cesa. De entre mis piernas brota el agua interior,
transparente, limpia y cae al suelo, justo al alcance de la fregona. Pero no me
he corrido.
–Joder, ha costado, por un momento
pensé que no lo lograrías.
Y yo
solo puedo pensar: ¿De qué me sirve el chorro si no me corro? Podría hacer una
canción. Mientras siento sus dedos salir de mis entrañas pienso que un día de
estos, con todo lo aprendido, incluso con esto, quizá me lance a buscar la
corrida perfecta, un chorro orgásmico, tan eléctrico como acuático. Quizá no
existe, quizá ya ha ocurrido, quizá nunca llegue y siga simplemente mojándome,
corriéndome, siendo la única mujer verdadera que puedo ser. O quizá, me espere
en el futuro. En el sexo siempre hay una nueva olla debajo del arcoíris. Me
incorporo antes de que mi masturbador use la fregona, paso el dedo sobre mi
líquido, lo huelo, lo pruebo. No es pis.