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• La pestaña del lobo


Extracto del libro “MUJERES QUE CORREN CON LOS LOBOS” de Clarissa Pinkola Estes, gran sabia cuentera y maestra de maestras.

Si no sales al bosque, jamás ocurrirá nada y tu vida jamás empezará...

- No salgas al bosque, no salgas - dijeron ellos.
- ¿Por qué no? ¿Por qué no tengo que salir al bosque esta noche? - preguntó ella.
- En el bosque habita un enorme lobo que se come a las personas como tú. No salgas al bosque, no salgas por lo que más quieras.

Pero, naturalmente, ella salió al bosque y, como era de esperar, se encontró con el Lobo, tal como ellos le habían advertido.

- ¿Lo ves? Ya te lo decíamos - graznaron
- Eso es mi vida, no un cuento de hadas, zopencos - replicó ella. Tengo que ir al bosque y encontrarme con el lobo; de lo contrario, mi vida jamás podrá comenzar.

Pero el lobo que ella encontró había caído en una trampa y se le había quedado la pata prendida en un cepo.

- ¡Socorro, auxilio! ¡Ay, ay, ay! - gritaba el lobo-. ¡Socorro, ayúdame y te daré la justa recompensa! – añadió (Porque eso es lo que hacen los lobos en los cuentos de esta clase).
- ¿Y cómo sé yo que no me vas a hacer daño? -le preguntó ella, pues su misión era hacer preguntas. ¿Cómo sé yo que no me matarás y me dejarás reducida a los puros huesos?
- Mala pregunta - dijo el lobo-. Tendrás que confiar en mi palabra.

Y el lobo reanudó sus aullidos y lamentos:
- ¡Ay! ¡Ay! ¡Ay! Sólo hay una pregunta que merece la pena hacer, hermosa doncella: ¿dóooonde está el almaaaaaa?
- Oh, lobo, voy a correr el riesgo. ¡Vamos allá!

Abrió la trampa, el lobo sacó la pata y ella se la envolvió con hierbas medicinales y plantas.
- Oh, gracias, dulce doncella, mil gracias - dijo el lobo, lanzando un suspiro.

Pero, como ella había leído demasiados cuentos que no debía, exclamó:
- Bueno, ahora ya puedes matarme, anda, terminemos de una vez...

Pero no fue eso lo que ocurrió. En su lugar, el lobo alargó la pata y se la apoyó en el brazo.
- Soy un lobo de otro tiempo y lugar - dijo. Y, arrancándose una pestaña del ojo, se la entregó diciendo: Úsala y procura ser sabia. Mira a través de mi ojo y lo verás todo con claridad. De ahora en adelante sabrás quién es bueno y quién no lo es tanto. 
- Por dejarme vivir, te ofrezco vivir como jamás en tu vida has vivido.
Recuerda que sólo hay una pregunta que merece la pena hacer, hermosa doncella:
¿dóooonde está el almaaaaaa?

Y así la doncella regresó a la aldea, alegrándose de estar viva.

Y esta vez cuando ellos le dijeron
"Quédate aquí y cásate conmigo",
o "Haz lo que te digo",
o "Di lo que yo quiero que digas, pero que todo quede tan en secreto como el día en que viniste",
la doncella tomó la pestaña del lobo miró a través de ella y vio sus motivos tal como jamás los había visto.

Y la vez en que el carnicero pesó la carne
ella miró a través de la pestaña del lobo
y vio que pesaba también su pulgar.

Y miró al pretendiente
que le decía " Yo soy el que te conviene",
y vio que no le convenía para nada.
Y de esta manera y muchas más
se salvó, no de todas,
pero sí de muchas desgracias.

Pero, además, con esta nueva visión, no sólo vio al astuto y al cruel
sino que el corazón se le hizo inmensamente grande,
pues miraba a las personas y las volvía a calibrar
gracias al don que le había otorgado el lobo al que ella había salvado.

Y vio a los que eran verdaderamente buenos
y se acercó a ellos.
Encontró a su pareja
y permaneció a su lado todos los días de su vida.
Percibió a los valerosos
y se acercó a ellos,
captó a los fieles
y se unió a ellos.

Vio perplejidad por debajo de la cólera
y se apresuró a disiparla,
vio amor en los ojos de los tímidos
y se inclinó hacia ellos,
vio sufrimiento en los callados
y cortejó su risa,
vio necesidad en el hombre sin palabras
y le habló,
vio fe en lo más hondo de la mujer que afirmaba no tenerla
y se la volvió a encender con la suya propia.

Vio todas las cosas
con la pestaña del lobo,
todas las cosas verdaderas
y todas las cosas falsas,
todas las cosas que iban contra la vida
y todas las cosas que iban a favor de la vida,
todas las cosas que sólo podían verse
a través de los ojos de quien pesa el corazón con el corazón,
y no sólo con la mente.

Así descubrió que era cierto lo que dicen, que el lobo es la más sabia de las criaturas. 

Si prestas atención notarás que el lobo cuando aúlla hace siempre la pregunta más importante,
no dónde está el alimento más próximo,
la pelea más próxima o la danza más próxima,
sino la pregunta más importante para ver dentro y detrás,
para sopesar el valor de todo lo que vive,

¿dóooonde estáaaa el almaaaa?

¿Dónde está el alma?

¿Dónde está el alma?

Sal al bosque, sal enseguida. Si no sales al bosque, jamás ocurrirá nada y tu vida no empezará jamás.

Sal al bosque,
sal enseguida.
Sal al bosque,
sal enseguida.


• Cristina de Pizán y su defensa del honor de las mujeres

TEXTO DE CARLOS GARCÍA GUAL - ENVIADO POR ALICIA GALLÁN ELFAU

Entre el ocaso de la Edad Media y el alba del Renacimiento, Cristina de Pizán (1364-1430) aparece como una figura de enorme personalidad y claro atractivo. Poeta, dama docta, escritora profesional, merece ser considerada la primera feminista europea por su clara conciencia de la condición de la mujer y su apología de los valores femeninos. En ese aspecto, la importancia de su libro La ciudad de las damas se ha puesto a menudo de relieve en estudios recientes. Christiane Klapisch-Zuber comienza su Introducción al tomo de la Edad Media en La historia de las mujeres (Taurus,1992) con una cita muy expresiva del mismo.

Margaret Wade Labarge glosa bien su valor en La mujer en la Edad Media (Nerea, 1986), y Margaret L. King destaca su empuje intelectual en el capítulo final de su Mujeres renacentistas. La búsqueda de un espacio (Alianza Universidad, 1991). En su bien informada, precisa y sugerente introducción Marie-José Lemarchand indica los principales estudios recientes y las varias versiones de la obra, que dan una clara idea de su interés.

SABIAS Y GUERRERAS
La ciudad de las mujeres
es una bien programada apología de la mujer frente a los vituperios y escarnios amontonados por una tradición machista y misógina, que está bien representada por Jean de Meung en la segunda parte del Roman de la rose, por ejemplo. Frente al largo y tópico repertorio de acusaciones masculinas, se alza mediante un plan de defensa muy bien trazado. Razón, Derechura y Justicia son las tres damas que vienen a dialogar con la escritora para la edificación de esa alegórica ciudad, brillantemente alzada frente a las de los hombres mezquinos y malintencionados. En tres libros, de extensión desigual, se nos habla de las mujeres del pasado que fueron baluartes de valor guerrero y sabiduría política, de virtudes domésticas y familiares, y modelos de santidad en el martirio y la difusión de la fe. Sobre sus recuerdos y ejemplos se crea la espléndida ciudad donde reinará María y serán albergadas todas esas maravillosas figuras femeninas.

El texto docto de donde Cristina saca la mayoría de las figuras, las más clásicas de la antigüedad pagana y bíblica, de su vasto repertorio ejemplar es el De claris mulieribus, de Bocaccio, a quien cita en varios pasajes, aunque sin decir todo lo que de él ha tomado. De él proceden nada menos que 75 de sus ejemplares damas; pero, como han hecho notar sus editoras, nuestra autora saber reorganizar de nuevo el catálogo erudito y darle un estilo personal, en su lúcido esquema de fondo. Muy interesante, y sintomático, es su imagen de las amazonas, como también las figuras de Dido, Medea, Semíramis y Zenobia de Palmira, por ejemplo. El tercer libro, que habla de las santas martirizadas cruelmente –siluetas femeninas tomadas de la famosa Leyenda áurea- que acompañan a la Virgen María más de cerca, cierra el tratamiento, dejando un regusto más medieval, frente a las evocaciones de las figuras del mundo antiguo o las alusiones a damas francesas de su tiempo.

Esta espléndida y bien organizada apología de la mujer, continuada luego por su libro posterior, El tesoro de la ciudad de las damas, no desemboca en ninguna propuesta revolucionara. Reclama estima y comprensión, respeto y amor para las mujeres, y disuelve las calumnias tópicas de la querelle des femmes. Pero aconseja a las mujeres la sumisión a sus papeles tradicionales, si bien recomendando el estudio a las dotadas para ello, como fue el caso de la misma Cristina, hija de un médico italiano en la corte francesa. Tras el texto está la persona de la escritora, como muy bien recuerda M. J. Lemarchais. Resulta inolvidable el comienzo del libro en que se ha retratado Cristina en su estudio: “Sentada un día en mi cuarto de estudio, rodeada de los libros más dispares, según tengo costumbre, ya que el estudio de las artes liberales es un hábito que rige mi vida, me encontraba con la mente algo cansada, después de haber reflexionado sobre las ideas de varios autores....”

Ella ya tenía su propio cuarto de escritorio, de retiro intelectual, como el que pedirá Virginia Woolf mucho más tarde. En alguna ilustración se nos pinta a Cristina como una intelectual enfrascada en sus lecturas. Y bien crítica frente a los autores, con audaz talante; precursora de tantas futuras escritoras. Que la mujer no es por naturaleza inferior a los hombres en ningún respecto lo muestra su catálogo de guerreras, virtuosas, pacientes y santas mujeres, pero también su propia biografía. Joven esposa, a los quince años, viuda a los veinticinco, supo defender su fortuna, educar a sus hijos, educarse a sí misma y exponer con valor, elegancia y claridad sus ideas en un mundo difícil.

La ciudad de las damas no sólo es un libro de interés histórico y atractivo por sus tesis feministas, bien construido con ejemplos de famosas damas en una galería de notable interés, sino también una obra de elegante estilo. Aquí tenemos una excelente traducción al castellano, con muy buen prólogo y unas breves y doctas notas. Los aficionados a la Selección de Lecturas Medievales llevábamos algún tiempo esperando un nuevo título de tan sugestiva serie. Este aparece en la misma como tras un punto y aparte. Creo que bien ha merecido el tiempo de la espera. De propina, las ilustraciones y grabados antiguos reproducidos son, como en otros tomos de la serie, muy sugerentes y atractivos.

"La ciudad de las damas" Cristina de Pizán, Ed. De Marie-Jose Lemarchand. Siruela. Madrid. 1995.

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• El útero, ese gran desconocido

EXTRACTO DEL LIBRO "EL ASALTO AL HADES" DE CASILDA RODRIGAÑEZ - ENVIADO POR MOIRA CALLEJAS

(...) Además de tejido muscular hace falta el deseo sexual y un determinado desarrollo de la sexualidad de la mujer; por eso no podemos conformarnos con el útero de los ginecólogos ni con la tecnología médica que consagra la maldición divina de parir con dolor. Porque ahí está la gran diferencia. El útero de una mujer que no ha sido sexualmente reprimida desde la infancia, funciona perfectamente, produciendo placer y no dolor; pero el útero de una mujer cuya sexualidad se ha paralizado desde niña, funciona de una manera patológica y con dolor.

(...)

Desde niñas nos dicen que la regla duele y los partos mucho más. La información que se da es que para dilatar el cuello del útero para que nazca un bebé, hacen falta unas contracciones muy fuertes, y que eso es inevitable que duela. Sin embargo, para Frederik Leboyer las llamadas contracciones de dilatación "inevitables" del parto son algo altamente patológico y no normal:

¿Qué hace sufrir a la mujer que da a luz? ... la mujer sufre debido a las contracciones... unas contracciones que no acaban nunca y que hacen un daño atroz, ¡pero son calambres! todo lo contrario de las "contracciones adecuadas". Qué es un calambre? Una contracción que no cesa, que se crispa y se niega a soltar su presa y, por lo tanto, no "afloja su garra" para transformarse en su contrario: la relajación en la que normalmente desemboca. En otras palabras, lo que hasta ahora se había tomado por contracciones "adecuadas" eran contracciones altamente patológicas y de la peor calidad. ¡Qué sorpresa! ¡Qué revelación! ¡Qué revolución en ciernes!

El parto duele porque los músculos uterinos de las mujeres que crecen con el útero inmovilizado, no desarrollan la capacidad de distensión y la fuerza que debieran tener. Los músculos que no se usan se atrofian y se agarrotan; y viceversa, todo el mundo sabe los entrenamientos constantes y los ejercicios que hace cualquier deportista para desarrollar y mantener a punto su esqueleto muscular. Y también sabemos lo que duele extender un músculo rígido contracturado. Es el dolor que vulgarmente conocemos como "calambre", como dice Leboyer. Y calambres son las "contracciones de dilatación" que tanto hacen sufrir a las mujeres. Algo patológico, no normal. Porque parir, gracias a la represión de la sexualidad de la mujer, a la anulación de su sexualidad desde su infancia es, en efecto, como cavar una zanja con un brazo que hubiese permanecido inmovilizado durante toda la vida hasta ese momento, después de haber vivido sin saber que se tenía ese brazo ni para qué servía; o sea. Fuera de nuestra conciencia; un brazo cuyos músculos, en el momento de coger la azada para cavar, están rígidos y contracturados.

(...)

Imaginemos lo que sería recuperar la elasticidad de un brazo de una persona adulta que hubiera permanecido inmovilizado toda su vida; imaginémoslo y desaparecerá la perplejidad que nos produce hoy el hecho de que se pueda parir sin dolor; es decir que un útero que no ha permanecido inmovilizado, pueda distender sus haces de fibras musculares y abrirse suavemente, sin contracciones patológicas. Lo mismísimo que todos los días estiramos los brazos suavemente y sin dolor.

(...)

Sabemos que la oxitocina que se inyecta en vena para provocar o acelerar un parto, es la misma hormona que segregamos durante la excitación sexual. Es decir, que la hormona que segregamos naturalmente cuando aparece el deseo sexual, es la que la Medicina utiliza como oxitócico para provocar las contracciones del útero; no han encontrado otra cosa; y la fabrican en laboratorios químicos. No tratan de impulsar o de desencadenar el deseo sexual: semejante cosa no tiene nada que ver con el parto, sería cosa de mujeres pecadoras y lascivas. Por eso lo inyectan a grandes dosis bombardeando al pobre útero y haciéndolo contraerse con espasmos violentos. Por otra parte, la mujer que pare en el hospital está en las antípodas del abandono al deseo sexual: muerta de miedo, atada y desparratada encima de una mesa, rodeada de personal médico cuya proximidad no es por la vía de la intimidad personal sino del experto en tecnología médica que trata en el mejor de los casos como una enferma sujeta a su autoridad.

Pero todavía hay más; la sexóloga y psicoanalista Marise de Choisy afirma que el orgasmo femenino auténtico no se ubica en el clítoris ni en la vagina. Tiene su origen en el cuello del útero.

Si el orgasmo femenino auténtico se origina en el cuello del útero, es porque sus fibras musculares, firmemente apretadas como decíamos antes, tienen que ir aflojándose, extendiéndose, relajándose, de oleada en oleada, cuando la mujer va a dar a luz, para abrir la puerta de salida del feto.

Así podríamos decir que el dispositivo de cierre y apertura del cervix no es otra cosa que el proceso de excitación sexual y el orgasmo de la mujer. Puesto que, efectivamente no es el dolor; sino el placer, lo que hace rodar la rueda de la vida.

Entonces el parto duele porque a la rigidez muscular se le suman la ignorancia – de lo que es un parto y de la propia sexualidad- y el miedo; ignorancia y miedo que no existirían si las mujeres desde niñas hubieran desarrollado y compartido las experiencias de su sexualidad; ignorancia y miedo que en las actuales condiciones bloquean el desarrollo de la excitación sexual de la mujer que va a dar a luz, y hacen que su cuerpo vaya en contra en lugar de a favor del proceso del parto.

Pongamos, por ejemplo, que todas las mujeres creyesen que todo coito es una violación dolorosa y que ignorasen que podía ser una actividad sexual placentera; también la ignorancia y el miedo produciría en la mujer una tensión incompatible con la producción del deseo sexual, y el coito sería efectivamente siempre doloroso. El resultado de la conjunción de esta ignorancia y de este miedo con la realidad de la rigidez del útero, deja atada y bien atada la ley de parir con dolor, la maldición divina.

(...)

Al adquirir la posición erecta, el plano de inclinación del útero de la especie humana, se hace casi vertical, quedando el orificio de salida hacia abajo, sometido a la fuerza de la gravedad. Esto requirió un aumento de la cantidad y de la calidad de las fibras musculares del cuello para cerrarse fuertemente y sujetar 9 u 11 Kg. De peso contra la fuerza de la gravedad; y al mismo tiempo, tener la capacidad de relajación hasta la apertura de los famosos 10 cm. de diámetro. Lo cuál a su vez implicó un perfeccionamiento del mecanismo que activa la apertura; el aumento de las terminaciones nerviosas, de las articulaciones neuromusculares, y en definitiva de la sensibilidad para aumentar el grado de excitación sexual y del movimiento de distensión y de relajación muscular.

Por eso todo orgasmo femenino se ubica, al menos en su origen, en el cuello del útero. Porque el orgasmo fue un invento evolutivo para accionar el dispositivo de apertura del útero. Esta es la opinión contrastada con Juan Merelo Barberá.

El útero es el centro del esqueleto erógeno de la mujer. Filogenéticamente está preparado para funcionar produciendo placer y no dolor, lo mismo que está filogenéticamente previsto que el coito sea placentero. Lo que no está filogenéticamente previsto son las violaciones, es decir, las relaciones de Poder de nuestra sociedad que obliga a hacer funcionar el aparato reproductor de la mujer sin deseo y sin proceso de excitación sexual.

Como tampoco está previsto filogenéticamente, en el continuum de la especie humana, que una mujer se haga adulta sin desarrollar su sexualidad.

Si pensamos un poco, nos daremos cuenta de que el orgasmo supone un estado de relajación total y de abandono de la actividad racional del neocortex, para que el hipotálamo o cerebro reptiliano como también se le conoce, del que depende la regulación hormonal, pueda realizar su contenido. Esto lo explica Michel Odent, que después de una larga experiencia de atender partos, ha observado que los partos son tanto más fáciles cuanto menos se perturbe y cuanto más se deje a la mujer abandonarse a sí misma en ese trance.

Por otra parte, el parto no es un acto sexual cualquiera: es un gran esfuerzo físico, un acto en el que se tiene que volcar toda la energía del cuerpo de la mujer; todos sus órganos tienen que hacer al unísono un esfuerzo especial: el corazón, los pulmones, etc. Por eso, más que en ninguna otra actividad sexual, el parto y el nacimiento necesitan un especial apartamiento y un especial entorno psico-afectivo para la mujer, de un grado de recogimiento, de confianza y de intimidad tal, que haga posible que el neocortex deje de inhibir el hipotálamo.

(...)

En zonas remotas de Arabia Saudí, la mujer que está de parto está rodeada de mujeres que bailan la danza del vientre, hipnotizándola con sus movimientos rítmicos ondulantes para que también ella se mueva a favor del cuerpo en lugar de moverse contra él.

(...)

Cuando la mujer se excita sexualmente, el útero empieza a latir, como un corazón, pero un poco más lentamente; como una ameba que se contrae y se expande.

(...)

La similitud entre el útero y el corazón también la establece Leboyer, pues ambos órganos están formados por tejido muscular y ambos laten; uno continuamente, el otro, con la excitación sexual; ambos tienen su ritmo, su pulso, y de él depende la eficacia de su fisiología; y ambos tienen un enemigo; el agarrotamiento y la crispación muscular, o sea, el calambre. Cuando las mujeres recuperamos un poco la conciencia y la sensibilidad del útero, podemos percibir y sentir su latido. Con cada latido el útero se extiende y desciende, como un movimiento ameboide, hasta hacerse incluso visible desde el exterior en estado de excitación fuerte.

(...)

Este palpitar del útero son los movimientos rítmicos de su tejido muscular impulsado por la emoción erótica; lo que desde nuestra perspectiva patriarcal que ha eliminado el deseo de la función reproductora, hemos convertido en "contracciones". La emoción erótica hace palpitar el útero suavemente, de modo placentero y mucho más eficazmente que la oxitocina química inyectada en vena.

(...)

Dejándonos llevar por la emoción erótica, las mujeres podemos, al igual que otras hembras mamíferas, "empujar" los músculos uterinos, en el momento de la diástole de su latido, ampliando su onda expansiva, moviéndonos a favor del cuerpo y del nacimiento en lugar de movernos contra él.

(...)

Cuando el latido del útero se convierte en los espasmos violentos de nuestros partos dolorosos, no solo los sufrimos nosotras, también la criatura los sufre. Por eso decía Reich que los úteros espásticos –explicitando que son la mayoría desde hace siglos- son los que producen nacimientos traumáticos.

En definitiva, el nacimiento es un acto sexual que se realizaría con la máxima gratificación del placer para las criaturas humanas, si la sexualidad de la mujer que pare no estuviese destruida.

El útero es hoy un gran desconocido.

(...)

Recuperar la sensibilidad del útero es posible Cuando una niña llega a la adolescencia tiene el útero tan rígido y contraído, que hasta la mínima apertura del cervix para la menstruación le produce fuerte dolor. Pero sabemos de jóvenes que tenían reglas muy dolorosas, que han dejado de tenerlas después de adquirir conciencia de su útero, visualizándolo, sintiéndolo y relajándolo. Tomar conciencia del útero, visualizarlo, sentirlo y relajarlo puede lograr mejores y más satisfactorios resultados que las saldevas.

Para recuperar la sensibilidad uterina la primera cosa que hay que hacer es explicar a nuestras hijas desde pequeñas que tienen un útero, para qué sirve y cómo funciona. Explicarles que cuando se llenan de emoción y de amor, su útero palpita de placer. Tenemos que recuperar con ellas las verdaderas danzas del vientre, para que cuando lleguen a la adolescencia no tengan reglas dolorosas, sino que se sientan en ese estado especial de bienestar.

Hay que recuperar la transmisión por vía oral de la verdadera sabiduría, de una sabiduría hecha de experiencia, complicidad y empatía visceral; es decir, una sabiduría gaiática, que se comunica por abajo, al margen de las relaciones de Autoridad, que fluye con la sinfonía de la vida, que se derrama con el deseo, que sabe sin saber que sabe prácticamente todo acerca de la condición femenina escondida en el Hades, y reconoce lo que es bueno y lo que es malo para la vida humana.

(...)

Las mujeres tenemos que contarnos muchas cosas. De mujer a mujer, de mujer a niña, de madre a hija, de vientre a vientre.

Mas información sobre la autora: www.casildarodriganez.org

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• Camino iniciático femenino de la Nación Lakota

EXTRACTO DE CLARA CASTELLOTI DEL LIBRO “MADRE TIERRA, HERMANA LUNA”. TIKAL EDITORIAL

Un mito sioux, el de la Mujer Bisonte Blanco describe las siete etapas que sigue la mujer en su camino hacia la autorrealización. El origen del mito lakota es conocido como "El camino de la belleza" y es un ritual sagrado que dura toda la vida.

1. El camino de la hija. Este período comprende desde el nacimiento hasta la aparición de la primera regla. Todavía es una niña, física y psíquicamente dependiente, mentalmente receptiva, que absorbe todo tipo de enseñanza, ejemplo o estímulo que se le presenta. Si todas estas influencias exteriores son apropiadas, estructuradas y emocionalmente equilibradas, la niña desarrollará el equilibrio, respeto, dignidad y autoconfianza que luego necesitará como recursos para llevar una vida en armonía con todo lo existente.

2. El camino de la mujer. Abarca los años en que una mujer desarrolla la autoconfianza, aprendiendo a controlar su vida independiente de los adultos. Aprende a través de la experiencia personal, desarrolla sus propias respuestas emocionales y mentales y elige sus relaciones. Empieza a explorar su sexualidad y a construir su espiritualidad. Son los años en los que empieza a conocerse y, poco a poco, llega a ser una persona responsable y madura (en nuestra sociedad actual este período va desde la adolescencia hasta los 28-32 años).

3. El camino de la madre. Desde el punto de vista espiritual, el nacimiento de un hijo es el evento más importante de la vida de una mujer; ya que entonces entra a formar parte de la comunidad espiritual femenina. Al cruzar la frontera entre la vida y la muerte con el parto es recibida en la comunidad de las matronas, donde inicia la verdadera enseñanza. En el período de la madre aprende la disciplina del sacrificio: cuerpo, tiempo, psique, conocimiento, vida social, condición económica, relaciones y valores son puestos al servicio de los niños. Este pasaje, ambivalente como ningún otro, la empuja a superar todos los límites que tenia previstos. Aprende a controlar completamente su mundo, intentando armonizar sus necesidades individuales con las demandas externas que constantemente caen sobre ella; alcanza así el poderoso equilibrio entre realidad interna y externa sobre el cual se basa este ritual sagrado. En el camino de la madre, la vida espiritual de la mujer pone sus raíces y florece: no hay que olvidar que en muchas culturas antiguas el dar a luz simbolizaba para la mujer una iniciación.

4. El camino de la recogedora y el de la ritualista. Ambos caminos son tan antiguos como la raza humana. Recoger es una disciplina que requiere respeto antes que nada; desarrolla poderes especiales de observación y discernimiento en el conocimiento de las estaciones, del clima, de la astronomía y de la curación. Armada únicamente de conocimiento, de intuición y de oraciones, la mujer recolecta gran cantidad de plantas y de sustancias minerales para la cocina, la magia, la higiene y la cosmética. La recogedora tiene que conocer perfectamente dónde y cuando encontrar lo que necesita, la forma más adecuada de conservar, almacenar, preparar las sustancias y utilizarlas en condiciones que resulten eficaces e inocuas. Una Mujer Medicina nativa nunca aplica el mismo remedio al mismo síntoma físico en distintos pacientes, ya que trata al ser en su totalidad. Para ella “hacer medicina” es conocer al paciente, a su familia, su condición espiritual, mental, física, ambiental y social, y cómo combinar todo esto en el proceso de curación.
La aspirante-chamana es también muy consciente del espíritu que hay tras la planta, roca o cristal usados en el tratamiento, a los cuales hay que dar las gracias por la ayuda que le están aportando. Esta parte del trabajo de una Mujer Medicina se caracteriza por la tensión espiritual, aunque no tan intensa como en su primer parto, sus primeras reglas o su responsabilidad de mujer joven de aprender a respetar a los demás (humanos e inhumanos) y a sí misma. Una Mujer Medicina que no consigue equilibrio, responsabilidad y ser consciente puede suponer un desastre para toda la comunidad, porque el poder de la mujer es grande, y cuanto más desarrolle la disciplina y la devoción, más aumentará su poder. Las mujeres que siguen el camino de la recogedora y de la ritualista tienen que ser interiormente seguras, estar profundamente preocupadas por la vida espiritual del planeta y ser capaces de sacrificar su trabajo y su ego por el bien de la comunidad.
La ley espiritual básica que la mujer aprende en el camino es que la aspirante a chamana da y da mucho tiempo antes de recoger, aunque sólo sea poco, y todo lo que obtiene de su duro esfuerzo y pruebas personales lo tiene que utilizar en alimentar y fomentar la vida.

6. El camino de la maestra. Aprendiendo, experimentando, alimentando y trabajando la mujer alcanza la edad en la cual se vuelve transmisora de sabiduría espiritual y social. Es compartiendo con los demás las técnicas, las teorías y las experiencias que ha vivido como llega a ser una maestra.
Entra en la menopausia tan profunda y madura como la fruta, como la flora. Si ha seguido los caminos descritos anteriormente con armonía entrará en el reino de lo sagrado como miembro de la comunidad cósmica, derecho que se ha ganado a través de su trabajo, sacrificio y devoción. En este momento puede elegir su campo de acción puesto que es una Mujer Medicina, aunque existan otras formas menos obvias de llegar a serlo. Puede elegir la política, el servicio público o cualquier otra profesión; practicará de una forma sana y espiritual todo lo que decida ser. También puede escoger quedarse aislada o ser una abuela, continuando con sus nietos, sus bisnietos o bien otros niños sin hogar ayudándoles a crecer y educándolos.
El modo en que una anciana enfoque su habilidad y su sabiduría depende de la naturaleza del trabajo espiritual hacia el cual ha sido conducida. Gran parte de su enseñanza se transmite a través del ejemplo; ella es un modelo para las mujeres más jóvenes en el camino, y su presencia y esencia revitalizan y enriquecen la vida de su comunidad entera.

7. El camino de la sabia. Alcanzada la vejez, la chamana entra en el período de la maestría, habiendo desarrollado una verdadera sabiduría. El sentido del equilibrio que caracteriza al universo es ahora parte profunda de ella, así como el sentido del humor. Está en contacto directo con hechos naturales y sobrenaturales, siendo capaz de aceptar sus directrices. La esfera de su trabajo ha trascendido su ser personal y privado, su familia; su comunidad se extiende ahora hacia las estrellas. Es un ser sagrado: es completa.


Los siete caminos proporcionan a la mujer la fuerza, la disciplina y la profunda conexión que necesita para canalizar el poder espiritual sin causar daño a sí misma ni a los demás. Le ayudan a desarrollar humildad, orden, respeto dignidad y el sentido de cuidar a toda criatura, dándole una profunda comprensión de sí misma en los aspectos interiores y exteriores.

Existen otras formas de autorrealización, pero este bellísimo ritual nos recuerda que no hay que quemar etapas sino vivir con entrega y aceptación todas las experiencias que nos llegan, sean aparentemente buenas o malas, porque es lo que nos toca vivir, y probablemente es lo mejor que nos puede pasar. A menudo las grandes enseñanzas las encontramos en la pequeñas dificultades diarias, por esto el “camino de la madre” es la etapa más difícil en la vida de una mujer; es el sacrificio del ego y el aprendizaje del amor no egoísta, requisitos esenciales para el desarrollo de una conciencia espiritual y cósmica. Estos siete caminos son los de toda mujer que quiere incrementar su poder espiritual a través de toda una vida, recordando que cada prueba o dificultad que vamos superando es un paso más que vamos dando en nuestro viaje hacia la totalidad.

• Oración de la cuchara de palo

EXTRACTO DEL LIBRO "BRIDA" DE PAULO COELHO

(...) Después de algún tiempo en silencio, Wicca habló:

-"Una vez al año, en la noche de hoy, las brujas de todo el mundo se reunen para rezar una oración y rendir homenaje a sus antepasados. Así lo manda la tradición, en la décima luna del año debemos reunirnos en torno a la hoguera que fue vida y muerte de nuestras hermanas perseguidas." Wicca sacó de su manto una cuchara de palo.

-"Aquí está el símbolo -dijo, mostrando a todas la cuchara. Las mujeres permanecieron en pie y se tomaron de las manos. Entonces, levantándolas hacia lo alto, escucharon la oración de Wicca.

-"Que la bendición de la Virgen María y de su hijo Jesús descienda sobre nuestras cabezas esta noche. En nues­tro cuerpo duerme la Otra Parte de nuestros antepasados; que la Virgen María nos bendiga. Que nos bendiga porque somos mujeres, y hoy vivi­mos en un mundo donde los hombres nos aman y nos entienden cada vez más. No obstante, tenemos aún en el cuerpo la marca de las vidas pasadas y estas marcas duelen todavía.

- "Que la Virgen María nos libre de estas marcas y apague para siempre nuestro sentimiento de culpa. Nos sentimos culpables cuando salimos de casa porque estamos dejan­do a nuestros hijos para ganar su sustento. Nos sentimos culpables cuando nos quedamos en casa, porque parece que no aprovechamos la libertad del mundo. Nos sentimos culpables por todo, y no podemos ser culpables porque siempre estuvimos distantes de las decisio­nes y del poder.

- "Que la Virgen María nos recuerde siempre que fuimos nosotras las mujeres, las que permanecimos junto a Jesús en el momento en que los hombres huyeron y negaron su fe. Que fuimos nosotras quienes lloramos mientras él cargaba la cruz, que permanecimos a sus pies en la hora de la muerte, que fuimos nosotras las que visitamos el sepulcro vacío. Que no debemos tener culpa.

- "Que la Virgen María nos recuerde siempre que fuimos quemadas y perseguidas porque predicábamos la Religión del Amor. Mientras otros intentaban parar el tiempo con la fuerza del pecado, nosotras nos reuníamos en las fiestas prohibidas para celebrar lo que aún había de bello en el mundo. A causa de esto fuimos condenadas y quemadas en las plazas. Que la Virgen María nos recuerde siempre que, mientras los hombres eran juzgados en la plaza pública a causa de disputas de tierras, las mujeres eran juzgadas en la plaza pública a causa de adulterio. Que la Virgen María nos ayude a recordar siempre a nuestras antepasadas que, como Juana de Arco, tenían que vestirse de hombre para cumplir la palabra divina. Y aun así, igualmente moríamos en la hoguera".

Wicca apretó la cuchara de madera con las dos manos y extendió sus brazos hacia adelante:
-"Aquí está el símbolo del martirio de nuestras antepasadas. Que la llama que devoró sus cuerpos mantenga vivas nuestras almas. Porque ellas están en nosotras. Porque nosotras somos ellas." Y tiró la cuchara de palo a la hoguera.

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· Relato de Cándida Conesa

Solo por las mañanas te llevaré flores

Hay una mujer desnuda, sentada a la puerta de una casa.

Tiende el cuerpo y los cabellos al aire.

Se ha sentado en la silla pequeñita, la de anea, en la que dio de mamar a sus hijos y luego acunó a sus nietos. Lo ha hecho igual que antaño lo hiciera en las tardes de abril, cuando el frío cede. Pero hoy es diferente, no hay prisa. Como si el tiempo se hubiera detenido. Al menos ese tiempo de las obligaciones, el que los otros imponen.

Verá atardecer y la tarde la verá a ella. Su cuerpo increíblemente blanco.

El sol se pone tras la línea de montañas que rompen y dan profundidad a la llanura que tiene frente a sí.

Esta casa, que construyó su abuelo y heredó su madre, está donde el pueblo termina.

Nada a los lados; nada detrás, y enfrente la llanura; y esa línea de montañas entre amoratadas y grises en las primeras horas del amanecer, cuando el sol todavía no las ilumina. Azul lejano, ahora, en esta tarde de abril, quieta, calma, sin prisa.

Nada la espera; nadie la apremia; nada ni nadie que la obligue a moverse de su silla.

“¿Cuántos años hace que no se sienta así a ver las nubes teñirse de rojos, malvas y colores que no sabe nombrar?” –se pregunta. Ni lo recuerda

“¿O sí? Claro que lo recuerda. Desde que era una adolescente; cuando su padre volvía del campo y junto a su madre lo esperaban cosiendo, donde ella se encuentra ahora, en esta misma sillita que su abuelo le hizo.

El padre cansado, con movimientos lentos en los dedos; el tabaco, el papel.

La madre que recoge la costura, que enciende el fogón y mientras el olor a leña los envuelve, su padre extiende la mano y señala: Detrás del último pico de la sierra está Villarquemado, mi pueblo; y, en el otro extremo, aquella punta que se asoma es la torre de Las Lomas; y esa manchita blanca en mitad de los campos... sin terminar, mirando al cielo: Estas nubes son de aire.

El olor a tabaco, a aceite, a oliva y pan frito. Otras veces se queda unos segundos mirándola con ternura, antes de volver los ojos hacia la sierra. Allí, sobre la línea de las diminutas montañas, unos largos dedos empastados en óleos rojos y morados han estriado las nubes de derecha a izquierda.”

La mujer se casó a los diecisiete años y, a pesar de que siguió viviendo en esta casa, ya nunca vio atardecer en abril, cuando la tierra está más jugosa; tardes fresquitas de abril, porque el sol todavía no ha calentado la meseta, porque los trigos están verdes; allí frente a ella, frente a su casa.

No volvió a sentarse a la puerta. Porque a él, a su marido, no le gustaba. Porque por aquel camino, lejano, pasaban los carreteros cuando volvían de faenar. Porque no era propio de mujeres decentes –decía.

No hay prisa; ninguna.

Es abril. Luego llegará mayo con sus aromas y cuando el verano se adueñe de los trigales y una sábana amarilla cubra la tierra hasta el límite de las montañas, saldrá algo más tarde, y seguirá viendo atardecer bajo la sombra del emparrado, la silla en el umbral a la fresquita del interior de la casa.

Al cementerio, irá por las mañanas.

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