Por Marianna García Legar www.mariannagaia.blogspot.com
Inmaculada de Zurbarán, que conocía bien el arquetipo el cual lleva la luna con los cuernos hacia abajo, no hacia arriba, como Isis y como la pintaba Murillo y otros. |
Quizás la Inmaculada
Concepción sea uno de los símbolos más desconocidos y menos entendidos de la
Diosa bajo el nombre de María. Para comprender este arquetipo creado por mísiticos españoles –y no reconocido por la Iglesia Católica hasta 1856– es necesario remontarnos a las
leyendas populares europeas que relatan el linaje familiar de Jesucristo. Según estas leyendas
María, al igual que Cristo, es también fruto de una concepción que no sigue los
caminos humanos.
El linaje humano de
Cristo es exclusivamente femenino (al igual que en las culturas matrísticas carece de ancestros masculinos humanos). La tradición nos habla de este linaje desde la bisabuela de
Jesús: Emerenciana.
Emerenciana descendía
de la Tribu de David y era una adolescente que solía visitar a los sabios del
desierto, eremitas centenarios que vivían en retiro y oración permanente en el Monte
Carmelo. Estos ancianos tenían la misión de transmitir la profecía que
relataba la llegada de un niño divino, que
nacería de una doncella virgen. Ellos gustaban de estas visitas en las que
recibían todo el encanto y la ternura de la joven como una brisa fresca que los
alegraba.
Cuando Emerenciana
llegó a la edad de contraer matrimonio, como dudaba entre casarse o hacerse eremita,
pidió consejo a los ancianos.
Tres días oraron los
sabios para darle una respuesta y al final del tercer día tuvieron una visión.
En ella vieron una rama de árbol verde muy grande, que daba un sólo fruto. Luego la
rama se secaba y, una vez seca, daba un fruto muy hermoso envuelto de una
claridad tan intensa que costaba mirarlo. Los ancianos supieron que esta era la
señal que habían pedido, pero no entendieron su significado.
Oraron tres días más
hasta que recibieron una voz que venía del cielo y que decía que Emerenciana
era la raíz del lecho del que nacería el niño divino; que la rama verde era el
matrimonio consumado de Emerenciana y el fruto, su primera hija. La rama seca simbolizaba la esterilidad de
su madurez, y la fruta luminosa una niña muy especial que Emerenciana alumbraría
en su vejez. Esta muchacha sería venerada por los ángeles y anunciada por todo el
orbe.
Cumpliendo esta visión,
Emerenciana casó y tuvo una hija a la que llamó Ismaria que luego fue la abuela
de Juan el Bautista. Cuando Emerenciana tuvo 61 años, una noche estando en el
lecho con su marido Estolano; una voz envuelta en un gran resplandor les anunció:
“Emerenciana, no tengas
miedo y escúchame. Por la gracia divina concebirás a pesar de las leyes de la
naturaleza. De ti nacerá una hija que será la madre futura de una niña, la cual
ha sido predestinada desde antes de la creación del universo como la más
preciosa de todas las criaturas humanas. En ella se realizarán milagros
incomprensibles. Estolano haz hoy el amor con tu mujer, pues se aproximan
tiempos de gloria”.
Emerenciana y Estolano
se amaron esa noche y, mientras lo hacían, en el respaldo de madera de la cama
apareció escrito en letras de oro refulgente el nombre de la niña que estaban concibiendo:
Ana.
Ana nació nueve meses
después, el 8 de Setiembre.
Su nacimiento trajo
consigo una ola de sanación para todos los que la rodeaban o venían a
visitarla. Ciegos recobraban la vista, cojos podían nuevamente andar.
Ana fue presentada a
los 3 años para ser una de las niñas sacerdotisas que cuidaban y mantenían el aserá
del Templo donde vivió durante algunos años.
Ana se casó a los 18
años con Joaquín, pero no concibió criatura alguna. Al llegar a los cuarenta y
cinco años, un día Joaquín fue al templo a entregar un tercio de sus ganancias
del año al Templo y otro tercio a los pobres, como siempre hacía. Pero esta vez
los sacerdotes aceptaron su ofrenda, pero luego lo expulsaron del
Templo, alegando que su matrimonio estaba maldito, pues no había dado fruto.
Avergonzado, Joaquín
abandono a Ana y huyó con su rebaño a la montaña. Ana fue repudiada por toda la
gente que la rodeaba y se quedó absolutamente sola.
Ana con María en su útero. Jean Bellegambe |
Triste y desolada, sin
saber que hacer, se vistió con su traje de novia, se sentó bajo un laurel y
comenzó a llorar. Entonces apareció un ángel y le dijo: “Ana, alégrate porque de ti nacerá la reina del universo, puerta de
entrada del niño divino en la Tierra. Vete a las puertas de la ciudad, donde encontrarás a Joaquín que también ha sido convocado por los ángeles.”
Ana y Joaquín se
encontraron en las puertas de la ciudad y se fundieron en un abrazo muy amoroso y, en ese mismo instante, fue concebida María. Y este es el acontecimiento que
se celebra en la fiesta del 8 de Diciembre, el momento en que María es
concebida por Ana y Joaquín de modo
milagroso o no humano: la concepción inmaculada de María, que abre la puerta a
su existencia humana.
Así podemos ver que el
linaje humano de Cristo es femenino: bisabuela, abuela y madre. Pero también
que ninguna de las tres cumple las premisas normales de la concepción humana,
ya que una es una anciana que ya no puede quedar embarazada, la otra una mujer
estéril y la tercera una joven virgen.
Las imágenes de la
Inmaculada Concepción que ilustran esta advocación de María nos presentan una
joven virgen de pie sobre la Tierra y la Luna, con la serpiente a sus pies.
Está embarazada de un sol que abarca vientre y pecho. Su vestido es blanco y su
manto color cielo. Su cabeza está coronada con estrellas.
¿Por qué, si la
fiesta celebra el momento en que María es concebida, la ilustración que la
representa nos muestra esta imagen?
También llamada "Mujer vestida de sol, su arquetipo se forjó en España en las iluminaciones bíblicas. |
En realidad, esta es la
representación del ser que encarna en el cuerpo humano de María: la Gran Madre
de Toda Vida, representada en la corriente mística del cristianismo como Sofía,
el aspecto femenino de Dios, su novia amada y la compañera de su trono omnipotente.
Sofía se hace carne en
María, que será la puerta a través de la cual Cristo podrá entrar en el mundo, ya que ningún humano puede llegar a este mundo si no es a través de un vientre de mujer. Con él
compartirá la tarea de santificar la materia (que es el reino de la madre-mater-materia) y borrar de la Tierra el concepto
de pecado, a través del poder del AMOR de sus corazones irradiantes. Al igual
que el Cristo se retirará del mundo ascendiendo con su cuerpo físico una vez
acabada su misión.
Así como ella es
concebida milagrosamente por una mujer estéril –hija a su vez de una anciana
que ya no puede engendrar–, del mismo modo, siendo ella virgen, concebirá al Cristo de modo misterioso.
Este embarazo del hijo
de dios se anuncia en el seno de la Inmaculada como un sol que comprende pecho y vientre. Este aspecto de la representación es poco conocida, ya que la
iglesia suprimió todas las imágenes en las cuales María se veía embarazada, por
considerarlas pecaminosas. Así se perdió una de las claves fundamentales que
pueden ayudarnos a conocer a María-Sofía.
El sol de la Inmaculada
unifica útero y corazón. Integra ambos en su circunferencia. Es allí, en ese
centro, donde ella puede concebir al Cristo. En la Inmaculada el
vientre es importante, básico. Es el útero sellado primordial contenedor de todo
el potencial aún no manifestado, es lo que los tibetanos llaman la matriz de lo
no nato.
En su “lugar secreto”, su
útero se eleva una octava al integrarse al corazón (ambos triángulos
tridimensionales que apuntan hacia abajo). Eso le permite concebir en sí misma,
en el doble sentido del término, al Cristo vivo.
La Inmaculada se nos
presenta de pie sobre la Tierra que, al recibir la luz que viene del sol de su
seno, dibuja una medialuna con los cuernos hacia abajo. Esta forma recuerda la
estructura del cérvix femenino, a través del cual los bebés nacen.
Tiene a sus pies la
Tierra (la materia), la luna (el mundo emocional) y la serpiente (que delata la herencia matrística del arquetipo).
Otra Inmaculada. |
Es solar y lunar a la
vez, porque su energía integra y sintetiza los opuestos complementarios.
En su cabeza una corona
de 12 estrellas muestra la variedad del mundo manifestado (los 12 signos del
zodíaco, las 12 tribus de Israel, los 12 discípulos). Pero esta corona también señala su coronilla completamente abierta hacia el Cielo, tanto como su vientre
lo está hacia la Tierra.
Su cuerpo nos muestra a
la Madre Divina como el espacio que contiene todo el Cosmos (sol, luna, tierra,
cielo, estrellas...). Como el espacio que rodea y penetra la materia, y sin la cual ésta no podría existir. Es la trama de vacío que sustenta la forma. Es
forma y es vacío, y es la síntesis de ambos.
El mandala de su
vientre-pecho, por ser círculo y por ser Sol, nos remite también al concepto de
centro, símbolo de la unidad.
Sus pies están
firmemente asentados en la Tierra y sus brazos en postura de oración. Ella,
como ángel del mundo, ora. Es la virgen orante que ruega por nosotros como
abogada, intercesora y mediadora. Es la mensajera alada que lleva “hacia arriba”
nuestros pedidos y ofrendas, y nos trae “hacia abajo” la Gracia y los dones concedidos.
Es la representación antropomorfa de la paloma del Espíritu Santo.
Pintura de Ana Contreras, copia de un manuscrito medieval. |
A veces, a su alrededor, podemos ver algunos símbolos que evocan diversas imágenes de su energía: Puerta del cielo,
Arca de la Alianza, Vaso espiritual, Fuente de Vida, Jardín cerrado, Ciudad de
Dios, Estrella de la Mañana, Espejo de Dios, Rosa Mística... etc.
La imagen de la
Inmaculada Concepción es el único retrato de la Sofía que ha perdurado hasta
hoy. Es la novia de dios o alma de María que el 8 de diciembre desciende a la
tierra para encarnar en el vientre de la estéril Ana.
Si abrimos nuestra consciencia a la enseñanza de estos símbolos y leyendas, en esta fiesta también nosotros podemos recibir en nuestro ser a la Sofía.
Si abrimos nuestra consciencia a la enseñanza de estos símbolos y leyendas, en esta fiesta también nosotros podemos recibir en nuestro ser a la Sofía.
Así que, queridas hijas e hijos de la diosa, este viernes tenemos trabajo.
Permanezcamos siempre unidos en
la devoción a la divina maestra, y permitámonos engendrar en nuestro centro a la
virgen niña que traerá el amor y la sabiduría crística a nuestras vidas.
Texto de Marianna García Legar, autora del libro "Fiestas de la Tierra y espiritualidad matrística en la península ibérica" CLICA AQUÍ PARA MÁS INFORMACIÓN
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