Tengo 59 años, soy una mujer en avanzado estado de juventud. Nací en Managua y vivo entre Los Ángeles y Nicaragua. Estoy casada por tercera vez. Tengo 4 hijos y 2 nietos. Soy de izquierdas y pienso que hay una urgente necesidad de renovar el pensamiento político. Soy Agnóstica.
¿Cuál fue su primera revolución?
Empezar a escribir poesía erótica a los 20 años. Pensaba que iba a ser bien recibida porque era una poesía muy vitalista y metafórica, pero de pronto me encontré ante un escándalo público.
Pobres papás.
Sí, yo era una niña bien. Escribí un poema a la menstruación, y mis tíos, mis tías y mi marido me dijeron que no podía volver a publicar nada más.
¿Ingeniero, economista o algo así?
Sí, un ingeniero muy apático que no consiguió censurarme. A los 18 años tuve mi primera hija con él.
Aparte de divorciarse, ¿adónde la llevó su revolución personal?
A comprometerme con el frente sandinista, hacía de correo. Nadie sabía nada de mi doble vida. Trabajaba en una agencia de publicidad y todo el material clandestino lo tenía escondido en el techo del baño de casa, donde pasaba horas y horas. Cuando detuvieron a la persona que era mi vínculo directo con el sandinismo, tuve que marcharme y dejar a mis dos hijas.
Eso debió de ser difícil.
Lo más difícil de mi vida. Me fui a México y después a Costa Rica. No recuperé a mis hijas hasta al cabo de ocho meses.
¿Algún novio revolucionario?
Varios. Uno en México, Eduardo Contreras; lo mató la dictadura en 1976. Después, en Costa Rica, estuve con uno de los jefes de la guerrilla, Henry Ruiz, apodado Modesto. Trabajábamos juntos: compra y traslado de armas, bueno, ya sabe…
No, no mucho.
Me encargaba de los suministros para los frentes de guerra y contactos políticos en el extranjero: me reuní con Felipe González en Madrid y con Fidel en La Habana. Pensé que a Modesto no lo volvería a ver. Era una vida muy intensa en la que nunca sabías cuál sería la última vez que verías a alguien.
¿Se reencontraron?
Sí, fue un amor muy tormentoso. Él había vivido siete años en las montañas, los guerrilleros se vuelven emocionalmente muy reprimidos y algo machistas. Vivimos juntos tres años en Nicaragua cuando cayó Somoza y luego encontré a mi marido.
¿Alguna conclusión sobre el amor?
Que requiere una mezcla de atracción, madurez y sentido del humor. Madurez, porque nadie es perfecto para nadie, siempre va a haber cosas que no nos gusten del otro y hay que saber medir con qué podemos vivir y con qué no. El humor es esencial para la vida porque logra que los problemas se minimicen.
Cierto.
Yo siento que el amor es una necesidad profunda y que tienes que hacer concesiones, porque nos enseña a ser menos egoístas.
... O más indiferentes.
La larga convivencia requiere mucho esfuerzo, pero poco a poco se va compensando. Pasas muchos momentos en que quieres ser uno y entonces las cosas del otro te estorban, pero ya no puedes separar el binomio sin que una parte tuya se muera.
Usted ha muerto muchas veces.
Sí, pero a mí lo que me ha construido no han sido los hombres de mi vida, sino el ser bien terca y estar convencida de que nadie tenía derecho a hacerme sentir menos de lo que yo sentía que era.
¿Se acaba esa lucha por ser uno mismo?
La sociedad tiende a hacerte sentir culpable si no respondes al estereotipo femenino, si no eres hermosa, no tienes mucho tiempo para tus hijos y no eres socialmente encantadora. Mantenerse sin culpa es una lucha.Y la culpa irrita.
O paraliza.
Yo cíclicamente paso momentos de domesticidad en los que me siento culpable por no saber cocinar, porque siento que debería ser mejor esposa, porque no arreglo mi casa... No se rompe para siempre con ese programa, es un compromiso con uno mismo que se ha de ir renovando.
¿Y cómo se enfrenta al mundo?
Yo creo mucho en la seducción. No todas las luchas se ganan con violencia, hay otras armas, muy femeninas, que ya ni las mujeres usamos porque nos sentimos que faltamos al feminismo. Yo las uso todo el rato.
¿Cuáles son esas armas?
La dulzura, la coquetería, la seducción, escuchar, todo eso que hace que los otros se sientan bien.
Después de esa vida tan trepidante y pasional, ¿no se sintió vacía?
Me sentí deprimida porque la revolución fue una decepción, no alcanzó los sueños por los que luchábamos. Después reflexioné y me di cuenta de que es absurdo pretender conseguir lo que uno quiere, históricamente hablando, en el proceso de una vida, basta con hacer lo que puedas en el tiempo que te ha tocado vivir.
¿Qué ha sido lo difícil?
La muerte de tanta gente que he querido y vivir en un mundo que no asume sus bendiciones y trata de autodestruirse constantemente.
¿Cuál fue su primera revolución?
Empezar a escribir poesía erótica a los 20 años. Pensaba que iba a ser bien recibida porque era una poesía muy vitalista y metafórica, pero de pronto me encontré ante un escándalo público.
Pobres papás.
Sí, yo era una niña bien. Escribí un poema a la menstruación, y mis tíos, mis tías y mi marido me dijeron que no podía volver a publicar nada más.
¿Ingeniero, economista o algo así?
Sí, un ingeniero muy apático que no consiguió censurarme. A los 18 años tuve mi primera hija con él.
Aparte de divorciarse, ¿adónde la llevó su revolución personal?
A comprometerme con el frente sandinista, hacía de correo. Nadie sabía nada de mi doble vida. Trabajaba en una agencia de publicidad y todo el material clandestino lo tenía escondido en el techo del baño de casa, donde pasaba horas y horas. Cuando detuvieron a la persona que era mi vínculo directo con el sandinismo, tuve que marcharme y dejar a mis dos hijas.
Eso debió de ser difícil.
Lo más difícil de mi vida. Me fui a México y después a Costa Rica. No recuperé a mis hijas hasta al cabo de ocho meses.
¿Algún novio revolucionario?
Varios. Uno en México, Eduardo Contreras; lo mató la dictadura en 1976. Después, en Costa Rica, estuve con uno de los jefes de la guerrilla, Henry Ruiz, apodado Modesto. Trabajábamos juntos: compra y traslado de armas, bueno, ya sabe…
No, no mucho.
Me encargaba de los suministros para los frentes de guerra y contactos políticos en el extranjero: me reuní con Felipe González en Madrid y con Fidel en La Habana. Pensé que a Modesto no lo volvería a ver. Era una vida muy intensa en la que nunca sabías cuál sería la última vez que verías a alguien.
¿Se reencontraron?
Sí, fue un amor muy tormentoso. Él había vivido siete años en las montañas, los guerrilleros se vuelven emocionalmente muy reprimidos y algo machistas. Vivimos juntos tres años en Nicaragua cuando cayó Somoza y luego encontré a mi marido.
¿Alguna conclusión sobre el amor?
Que requiere una mezcla de atracción, madurez y sentido del humor. Madurez, porque nadie es perfecto para nadie, siempre va a haber cosas que no nos gusten del otro y hay que saber medir con qué podemos vivir y con qué no. El humor es esencial para la vida porque logra que los problemas se minimicen.
Cierto.
Yo siento que el amor es una necesidad profunda y que tienes que hacer concesiones, porque nos enseña a ser menos egoístas.
... O más indiferentes.
La larga convivencia requiere mucho esfuerzo, pero poco a poco se va compensando. Pasas muchos momentos en que quieres ser uno y entonces las cosas del otro te estorban, pero ya no puedes separar el binomio sin que una parte tuya se muera.
Usted ha muerto muchas veces.
Sí, pero a mí lo que me ha construido no han sido los hombres de mi vida, sino el ser bien terca y estar convencida de que nadie tenía derecho a hacerme sentir menos de lo que yo sentía que era.
¿Se acaba esa lucha por ser uno mismo?
La sociedad tiende a hacerte sentir culpable si no respondes al estereotipo femenino, si no eres hermosa, no tienes mucho tiempo para tus hijos y no eres socialmente encantadora. Mantenerse sin culpa es una lucha.Y la culpa irrita.
O paraliza.
Yo cíclicamente paso momentos de domesticidad en los que me siento culpable por no saber cocinar, porque siento que debería ser mejor esposa, porque no arreglo mi casa... No se rompe para siempre con ese programa, es un compromiso con uno mismo que se ha de ir renovando.
¿Y cómo se enfrenta al mundo?
Yo creo mucho en la seducción. No todas las luchas se ganan con violencia, hay otras armas, muy femeninas, que ya ni las mujeres usamos porque nos sentimos que faltamos al feminismo. Yo las uso todo el rato.
¿Cuáles son esas armas?
La dulzura, la coquetería, la seducción, escuchar, todo eso que hace que los otros se sientan bien.
Después de esa vida tan trepidante y pasional, ¿no se sintió vacía?
Me sentí deprimida porque la revolución fue una decepción, no alcanzó los sueños por los que luchábamos. Después reflexioné y me di cuenta de que es absurdo pretender conseguir lo que uno quiere, históricamente hablando, en el proceso de una vida, basta con hacer lo que puedas en el tiempo que te ha tocado vivir.
¿Qué ha sido lo difícil?
La muerte de tanta gente que he querido y vivir en un mundo que no asume sus bendiciones y trata de autodestruirse constantemente.
En su vida y en su novela reivindica otra manera de leer la figura de Eva.
Mi Eva toma la decisión consciente de morder el fruto y hacerse responsable de la creación del ser humano a partir de ella.
Esa es mucha responsabilidad...
Quizá el secreto en esta carrera de relevos que es la vida sea el equilibrio entre el silencio y la música de los demás.
Mi Eva toma la decisión consciente de morder el fruto y hacerse responsable de la creación del ser humano a partir de ella.
Esa es mucha responsabilidad...
Quizá el secreto en esta carrera de relevos que es la vida sea el equilibrio entre el silencio y la música de los demás.