• TRADICIONES SARDAS SOBRE EL ROL DE LAS MUJERES EN LA MUERTE

ENTREVISTA DE VICTOR AMELA - DICIEMBRE 2012 - LA VANGUARDIA - BARCELONA.

Michela Murgia, novelista sarda, es una mujer jovial y pletórica de vida, enraizada en la naturaleza sarda y que se expresa con pasión y talento, tanto de viva voz como en hermosas novelas, y tal es el caso de la novela que acaba de publicarse: La acabadora, Ed. Salamandra (en catalán L'acabadora. Ed. Proa). Siendo Michela niña cambió de familia como los cangrejos ermitaños cambiaban de caracola cuando ella les dejaba caer una bacía delante en la playa de su pueblo, un pueblo que “respira en plural”...

-Tengo 39 años. Nací en Cabras (Cerdeña, Italia), donde fui “hija del alma”. Soy escritora. Estoy casada y sin hijos, todavía. Soy de izquierdas, y soy independentista sarda. Soy católica. Cerdeña padece el índice de paro más alto de Europa. Me pasaría el día cocinando...

-Qué es una acabadora? 


-Una mujer que ayudaba a morir a la gente en los pueblos rurales de Cerdeña…

-¿Cómo lo hacía? 


-En todas las casas sardas, sobre la chimenea, las familias exhiben un yugo…

-¿De los que se uncían a bueyes o mulos? 


-Una teoría los relaciona con la acabadora…

-Cuente. 


-La acabadora era llamada a una casa en la que alguien agonizaba. Ella consolaba al moribundo, le recostaba la nuca en el yugo: un quiebro en las cervicales bastaba para acabar con su frágil vida.

-Una eutanasia rural. 


-Soy católica, pero si te pones en manos de alguien con el que has mantenido vínculo relacional, es un final que encaja en un proceso vital. En cambio, ¡qué aberrante resulta que un desconocido se encargue fríamente de tu final por un sueldo en un hospital!

-¿Actúan aún acabadoras en Cerdeña? 


-Ya no, que yo sepa. Fue una práctica tradicional. Ahora, en la misa de Jueves Santo, los hombres tallan un pedacito de madera en forma de yugo, que luego depositan bajo la almohada de familiares agonizantes, para propiciarles un buen final.

-¿La presencia del yugo evoca esto? 


-Los sardos intuyen que ese yugo representa el alma de su familia, de sus ancestros.

-¿Cómo fue su infancia sarda? 


-Muy vinculada a la naturaleza: aprendí a nadar, sabía qué anunciaba cada tipo de nube, qué ruido hacía cada animal, cómo arrancar una lapa de una roca para comérmela, cómo invitar a un cangrejo ermitaño a cambiar de caracola… ¡Cosas inútiles en la ciudad!

-¿Cuáles eran entonces sus sueños? 


-No hacer lo que hacían mis padres, salir del pueblo y estudiar, hacer otros trabajos.

-¿Qué hacían sus padres? 


-Llevar un restaurante en el pueblito San Giovanni de Sinis, junto a una torre medieval aragonesa y un yacimiento romano. Mi padre quería que trabajase con ellos: no entendía que yo quisiera hacer algo diferente… y se negó a pagarme los estudios.

-¿Y qué hizo usted? 


-Cambiar de familia.

-¿Perdón? 


-En Cerdeña todavía pervive la tradición del fillus de anima: dos familias pactan, y el hijo de una pasa a ser hijo de la otra.

-Me sorprende. 


-Es un resabio de matriz matriarcal: cada madre era madre de todos los niños, no sólo de los suyos. Cada niño tenía por madres a todas las mujeres. ¡En los pueblos de Cerdeña ha habido una madre en cada esquina!

-¿Y pasó usted a ser hija de otros? 


-Fui fill´e anima (en sardo) de un matrimonio sin hijos, los Sanna, que sí querían que estudiase: me pagaron los estudios.

-¿Y en qué trabajó? 


-En una industria termoeléctrica: acabé siendo alta ejecutiva. Hasta que me pidieron que hiciese algo que no quise hacer…

-¿Qué le pidieron? 


-Que ocultase un vertido tóxico ilegal en el mar. Me negué a ocultarlo. Lo denuncié públicamente…, y me despidieron.

-Fue honesta.


-Luego me costó encontrar trabajo. Desempeñé muchos pequeños trabajos…

-¿Cómo está el trabajo en Cerdeña? 


-Muy mal. Padecemos un 45% de desempleo, ¡la tasa de paro más alta de Europa!

-¿Por qué es así? 


-Los oficios tradicionales se extinguen. Los pastores se mueren… La industria turística está mal planteada, quiere cemento. Y el Estado italiano no invierte en Cerdeña, es como si no fuese Italia…

-¿Consiguió al fin un buen trabajo? 


-Como telefonista en una multinacional que fabrica aspiradoras. Y vi cosas muy duras…

-¿A qué se refiere? 


-Al empleado que no alcanzaba los objetivos prefijados, los viernes le colocaban en el centro de una sala, y los demás le cantaban: “Perdedor, perdedor, perdedor”…

-Ceremonia muy zafia… 


-A uno de esos “perdedores” le despidieron, salió a la calle, y desde los ventanales todos mirábamos. Él alzó la vista, nos vio… y vomitó en la acera. Yo quise bajar a consolarle, pero mi jefa me detuvo: “Tú quieta aquí, ¡que la desgracia se contagia!”, me dijo.

-Tremendo.


-Me sentía tan mal que abrí un blog anónimo, Lo que el mundo debe saber,y relaté estas historias. Un editor me localizó y me ofreció publicarlas en un libro. Me asusté: “Si lo publico, me despedirán, ¡y nunca más nadie me dará un trabajo!”, pensé.

-¿Y lo publicó?

-
Lo publiqué, y esa elección cambió mi vida.

-¿Por qué?

-
El libro fue un éxito. Nunca antes pensé en ser escritora, pero entonces me lo planteé. Ymi novela La acabadora ha ganado el premio literario más prestigioso de Italia.

-¿Lo dedicó a Cerdeña? 


-No: a Cerdeña no le sirve un premio. Lo que necesita Cerdeña es la independencia.

-¿Es viable? 


-Yo voto a un partido independentista: si gestionásemos nuestros recursos, saldríamos ganando en autoestima y prosperidad.

-¿Cuál es ahora su empeño? 


-Sufro por una generación que puede quedar arrumbada. Yo soy muy afortunada.

-Ha ganado dinero vendiendo libros… 


-Yo he tenido oportunidades, yo era rica ya antes de tener dinero.

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