Hasta ahora se habían establecido ocho grandes traumas del
ser humano, a saber: El trauma del nacimiento. La mentira personal. La
desaprobación parental. Las pulsiones subconscientes de muerte. El trauma de la
escuela. El trauma de la religión. El trauma de las vidas pasadas y El trauma de la senilidad.
Después de 14 años de profesión y tras estudiar estos ocho
inhibidores de la felicidad y buscar como sanarlos, decidí añadir “LA REPRESION
DE LO FEMENINO” como noveno trauma, ya que me resultó evidente que es uno,
probablemente el mas importante, de los grandes factores que obstaculizan la
evolución individual y SOCIAL.
De hecho los nueve traumas se entrelazan y tienen que ver
los unos con los otros.
Cada uno de nosotros tiene un lado masculino y otro
femenino, independientemente de si somos hombre o mujer. La felicidad, el
equilibrio emocional y psíquico, así como el grado de realización espiritual y
personal de una persona dependen totalmente del desarrollo de su parte
masculina y femenina y del equilibrio y armonía entre ambas partes.
El desequilibrio interno da lugar a desequilibrios externos,
manifestándose en la vida de cada uno, y se ven reflejados también en el tipo
de sociedad que los individuos contribuimos a crear.
Por otro lado, nuestra civilización se ha alejado de la
naturaleza, no ha crecido en armonía con los ciclos naturales, no es ecológica,
fabrica materiales contaminantes, produce alimentos insanos y modificados
genéticamente etc. Estamos en una era donde los seres humanos han intentado
competir con la naturaleza en vez de colaborar con ella y con las maravillosas
fuerzas de vida que nos ha creado. El lado de racionalidad ha aplastado la
intuición, la escucha y la observación necesaria para el respeto de una vida
natural y saludable.
Al reprimir su lado femenino, el ser humano ha creado una
civilización que reprime la mujer y está desconectada con la naturaleza. Esta
represión, estas desigualdades, y esta inconsciencia infantil toman lugar
primero dentro de nuestra psique y memoria celular.
El lado femenino siempre se le ha relacionado más con la
vulnerabilidad, pero también el misterio de la creación, el fluir, la entrega,
la intuición, la relación con el misterio de la vida… El lado masculino, con la
fuerza, la parte racional, la iniciativa, la acción, la protección…
Los dos lados son necesarios para una vida equilibrada como
individuos, pero también a nivel social. La mujer tendría por naturaleza más
tendencia a lo primero, y el hombre , a lo segundo por su biología. Pero lo
natural y equilibrado debe de ser un desarrollo de las dos partes en cada
individuo, que sea hombre o mujer. En nuestra sociedad carecemos de modelos de
realización interna que reflejen este equilibrio y que luego se puedan
proyectar en las relaciones, la política y lo social, como cooperación en vez
de dominación.
Para buscar un remedio a esta situación, es imprescindible
enfocarnos en la sanación del desequilibrio, fuente de insatisfacción y dolor.
A fin de poder conectarse con la fuente de la vida, el Gran
Todo, uno tiene que ser humilde y atreverse a sentirse vulnerable, de lo
contrario es imposible abrirse a esta inmensidad. Quizás por esto la humanidad
ha desarrollado más su lado masculino, todavía en un miedo a la Divinidad,
intentando desesperadamente controlar la vida, por desconfiar de ella. De la
vulnerabilidad, la entrega, el ir hacia dentro, viene la conexión con nuestro
ser interno, con lo Divino, la colaboración con las esferas más altas, y de ahí
viene la sabiduría y la fuerza.
Una vez se ha conseguido esta conexión, la cual nos indica
el mejor camino a seguir y nos pone en contacto con la creatividad, se trata de
saber darle forma a estas inspiraciones, convertirlas en decisiones,
materializarlas, pasar a la acción, ir hacia fuera. Así los dos lados dependen
el uno del otro. “
“De la conexión con nuestro ser interno nace la acción
correcta”.
Podríamos decir que los hombres tienen más tendencia a
exteriorizar y las mujeres a interiorizar, pero no siempre es así. A veces en
un intento de no vernos afectados por el desequilibrio interno, hemos
sobrecompensado hasta, en ocasiones, invertir los papeles. Aún así, más que
ponernos en una categoría, lo importante es sanar y desarrollar las partes de
nuestro ser que han sido heridas e inhibidas. Reestableciendo el equilibrio en
nosotros podremos reestablecer el equilibrio en nuestras relaciones, en la
sociedad, y con el planeta.