Desde hace años –con el horrendo balance de la indebida
invasión de Irak en la memoria y el corazón, y ante el obsceno espectáculo,
después, del asesinato de Gaddafi- vengo insistiendo en que es indispensable y
urgente una refundación del Sistema de las Naciones Unidas. Un nuevo ataque sin
esperar a conocer el veredicto de los inspectores de las Naciones Unidas –como
sucedió en el caso de Irak con la mentirosa suposición de que el régimen de
Saddam Hussein poseía “arsenales de destrucción masiva”- constituiría un nuevo
y ensangrentado desaire a sus competencias.
“Hay sólo una salida de emergencia: ¡las Naciones Unidas
re-unidas!”, escribía en abril de 2011. Y el 13 de febrero de 2012: “¿Siria?
Unas Naciones Unidas unánimemente respetadas, la única solución”. Proponía dos
fases en el proceso de “refundación” del Sistema de las Naciones Unidas: una,
inmediata, en que la Asamblea General designara unánimemente a un interlocutor
para establecer los contactos oportunos con el gobierno de El Assad, y llegar a
los acuerdos pertinentes gracias a la inmensa autoridad que esta representación
le concedería. En una segunda fase, se establecería una Asamblea General en la
que hubiera una representación de Estados equivalente al 50% de sus miembros y
el otro 50% estuviera integrado por representantes de la sociedad civil.
Además, al actual Consejo de Seguridad, sin veto pero con voto ponderado, se
añadirían un Consejo Socioeconómico y un Consejo Medioambiental.
Occidente –por las ambiciones hegemónicas globalizadoras que
favorecieron la plutocracia y el mercado- ha perdido autoridad y legitimidad.
Carece de liderazgo político y moral. Europa, arredrada, amilanada, con un
sistema de seguridad dependiente, obcecada por las primas de riesgo y los
equívocos “repuntes económicos”, no ha sabido jugar el “alto papel que le
corresponde en las crisis, enfrentamientos y convulsiones recientes” (24 de
agosto de 2013).
Presidente Obama: actúe con las Naciones Unidas. Sólo usted
podría, con el apoyo presencial y virtual de un gran clamor popular, repetir,
en su segundo mandato, la hazaña del Presidente Roosevelt… pero contando ahora
con la gente, con los pueblos. No intervenga antes de conocer por las Naciones
Unidas –y no por otros desacreditados conductos de inteligencia- quiénes son
los responsables. Y no lo haga sin contar con la aprobación del Consejo de
Seguridad. Sería una gran decepción y constituiría una nueva irresponsabilidad
bombardear con unos cuantos misiles lanzados desde portaviones para demostrar
al gobierno sirio la fuerza occidental, sin importar los “efectos colaterales”
–que nunca han importado al “gran lobby”- y sin saber a ciencia cierta a quién
se está beneficiando (porque poquísimo se sabe sobre la “oposición” y lo que se
sabe no es todo trigo limpio).
Antes de disparar, señor Presidente, mire a quienes le están
induciendo a apretar el gatillo. Piense en la “gente” de ambos bandos. Y no lo
haga. Presidente Obama: tiene usted hoy la oportunidad de iniciar la gran
inflexión desde la oligarquía a la democracia, de una cultura de dominio,
imposición y violencia a una cultura de conciliación, alianza y paz. De la
fuerza a la palabra.
Aprovéchela.