Por Rous Baltrons – Setiembre 2013 – www.rousbaltrons.wordpress.com
Aisha y Jan nacieron por la puerta grande.
Aquella que se abre aparentemente sin esfuerzo y de golpe
ves la luz.
Quiero desterrar hoy los mitos de la cesárea, así como ya
todxs sabemos, porque hay mucha información sobre ello, las ventajas físicas,
espirituales y obviamente naturales del parto vaginal, he aquí dos historias
muy abreviadas de dos cesáreas, de dos hijxs que parí con Amor, esfuerzo,
consciencia, terror y cantos infinitos.
Aisha nació primero, 3 años antes que Jan. Un embarazo
deseado, esperado y una niña en mi vientre.
Me informé en la medida que pude, asistí a charlas sobre
partos en el agua, el parto en casa por mil motivos, influencias externas y
debilidad ante el sistema, solo pude plantearlo nunca llegué a creer en que
sería posible, y no lo fue.
En el agua tampoco, sin epidural tampoco, cantando tampoco…
Pasé de las 40 semanas de gestación, la presión de la
familia, de los médicos, las historias que te cuentan antes de parir que
curiosamente todas son negativas, el desacuerdo de mi compañero a esperar más
y mi miedo me llevaron a una fría sala de hospital donde me hicieron las
mil y una maniobras, introducciones, pinchazos y etc para provocar el
nacimiento de Aisha. Ella, sabia entre las sabias, decidió que todo iba
demasiado rápido, que ella no podía con tanto estimulo para que saliera de su
nido así que su corazón se debilitó y de una patada se abrió una puerta a una
sala aún más fría si cabía y allí, con prisas y nada de Amor, me abrieron para
sacarla, llevársela, revisarla y finalmente presentarme a mi hija vestida,
limpia y dormida. Fue hermoso el re-encuentro, sostenida por una comadrona
Aisha apoyaba su mejilla contra la mía mientras me cosían. Al día siguiente
mamaba perfectamente y así siguió hasta que llegó Jan, yo con una experiencia
del parto un poco traumatizada, pensando si realmente eso era realmente
necesario o finalmente hubiera descendido entre mis caderas sin necesidad de
diseccionarme…
Y llegó Jan. Antes de tocar su cuerpo sentí su alma flotando
en mi, oí su voz, olí su piel, y proyecté. Esta vez el parto iba a ser en casa,
sin lugar a dudas. Oídos cerrados, mente concentrada y corazón abierto. Jan se
gestó en el Yoga, la Danza y los Mantras.
La tribu de Mujeres salvajes que me acompañaba danzó, rió,
me masajeó y esperó con tranquilidad su llegada. Yo también lo hice.
No sin contratiempos y opiniones enfrentadas seguía un
camino de Paz y adoración a mi Cuerpo, recipiente de Vida y Magia que como un
engranaje perfecto hacía su trabajo sin miedo, perfecto, divino.
40 semanas y nada. Espera y confianza.
42 semanas y nada. Espera, inquietud y confianza.
43 semanas… Jan llamaba a la puerta. Inquietud, miedo,
confianza.
43 semanas, 45 horas de contracciones, 12 horas en el suelo
de mi casa, a cuatro patas como nuestras semejantes, aullando de desgarro,
moviendo la espalda, la pelvis y el Útero aún ocupado como en el más apoteósico
de los trances.
8 centímetros de dilatación.
Sin saber por pruebas externas cómo estaba Jan después de
tantas horas de trabajo, me fiaba absolutamente de lo único que, constato, te
puedes fiar, de mi sentir e intuición, todo iba bien, muy bien.
Pero decidí ir al hospital, a uno al que me colé, por
recomendación de mi comadrona y ser de luz que no me dejó ni un solo momento,
nos fuimos a acelerar el parto. Yo me dormía del cansancio. Y pensaba, ¿que
ocurre? Todo va bien. ¿que está pasando?
3 horas de dura oxcitocina finalmente se decidió otra
cesárea.
Creí morir por un momento, ese momento pasó rápido tras
recibir la última bendición de las Mujeres que me acompañaron sin decaer y que
como recompensa a tanto esfuerzo el ginecólogo dejó entrar en quirófano. Así
fueron, como ya he relatado en otros escritos, así sonaron:
-Rous, vamos, Jan va a nacer, da igual dé que manera, lo
importante para ti y para él es como lo vivas, no abandones ahora, no dejes que
“te hagan una cesárea” siente tu parto por cesárea! vamos a cantar, canta
fuerte para que te oiga, muestrale el camino a tus brazos cuando le abran la puerta,
no lo dejes solo…
Gritos de placer, lágrimas de emoción, miradas cruzadas con
ellas mientras Él empezaba el camino , manos que me acariciaban, otras que me
abrían, Jan nacía y yo, cantaba.
No se lo llevaron, ni lo exploraron, absorbió al cabo de los
días los restos de mi interior a través de su piel, nunca supe cuánto pesó,
ninguna punción, ni antibiótico. Solo cuerpos desnudos envueltos en un enorme
pañuelo, una silla de ruedas que me llevaba pasillo a bajo dirección al
parking, un papel firmado, sonrisas de enfermeras, cara de asombro de un
ginecólogo que nos vio alejarnos con todo el Amor y el agradecimiento del mundo
rumbo a casa.
Dos cesáreas, mi Útero doblemente segado, abierto, cortado…
y doblemente sanado.
Tal vez ninguna de las dos fue necesaria, pero yo pienso que
sí, absolutamente las dos.
Aisha me demostró que si no confiaba en mí, lxs demás
siempre me harían débil y no conseguiría lo que me propusiera.
Jan vino con fuerza a mostrarme que algo que consideraba
negativo podía ser tremendamente positivo cuando trabajas la aceptación, lo
vives profundamente y eres además, capaz de agradecerlo.
No parí como quería, parí para llevar a cabo lo que
quería, aprender a amarlo TODO. Y de ahí, el Universo te vuelca su
abundancia.
El Útero fuente de creación y vida.
Con Amor,