La
Abuela Araña teje la vida y los universos y los sostiene con su capacidad
creadora y, también, con su ferocidad y su astucia. Presente en muchas culturas,
es la creadora del mundo en algunos mitos americanos.
Según
la tradición creó las estrellas arrojando al cielo una red que había hilado llena
de rocío… y el rocío se convirtió en estrellas. Ella nos legó el arte del
tejido y la alfarería y es capaz de conducirnos hacia los mundos internos.
Para
los cherokees, trajo el sol y el fuego y fue la encargada de tejer las líneas
de energía del planeta. Los pueblos originarios dicen que todos los seres que
existimos estamos vinculados por fibras luminosas creadas por la Abuela Araña.
Hay
también una hermosa leyenda del Buda y la Abuela Araña que habla del ladrón
Kandata que murió sin arrepentirse y cayó a los Infiernos Ininterrumpidos.
Después de haber sufrido allí durante varios eones, el Buda Sakyamuni apareció
en el mundo y obtuvo la iluminación bajo el árbol de Bodhi.
Los rayos de luz que salieron de su entrecejo penetraron en los infiernos e inspiraron a los seres que allí sufrían a tener esperanza. Mirando hacia arriba, Kandata vio al Buda meditando bajo el árbol de Bodhi y exclamó:
Los rayos de luz que salieron de su entrecejo penetraron en los infiernos e inspiraron a los seres que allí sufrían a tener esperanza. Mirando hacia arriba, Kandata vio al Buda meditando bajo el árbol de Bodhi y exclamó:
–¡Sálvame, sálvame, oh Buda! Estoy
sufriendo por todas las maldades que he cometido, ¡y no puedo salir! ¡Ayúdame a
andar el Camino que tú has caminado!
Buda miró hacia abajo y dijo a
Kandata.
–Te guiaré en tu liberación, pero
debe ser mediante el uso de tu propio buen karma. ¿Qué cosas buenas hiciste
cuando estabas en el mundo de los vivos?
Kandata
permaneció en silencio, pues había sido muy cruel. Pero el Buda miró en el
pasado de Kandata y vio que una vez, cuando iba caminando por un sendero en el
bosque pensó: “La araña no ha herido a
nadie, ¿por qué habría de aplastarla?” y evitó pisarla. Al ver esto, el
Buda envió una araña para que tejiese un hilo muy fino que bajase a los
Infiernos Ininterrumpidos.
–Sujétate al hilo –dijo la araña–.
¡Y date prisa en subir!
Kandata
se apresuró a coger el hilo y empezó a subir. El hilo aguantaba bien. Subía rápido,
cada vez más alto. De repente notó que el hilo temblaba, como si un nuevo peso
hubiese sido añadido. Kandata miró hacia abajo y vio que otros seres de los
infiernos también habían empezado a trepar por el hilo. El hilo se estiraba
cada vez más, pero no se rompía, aunque más y más seres del infierno se
aferraban al hilo. Kandata, lleno de miedo paró de subir y pensó que el hilo no
podría soportar el peso de todos.