Veo muy sorprendida que algunas mujeres están compartiendo en Facebook un PDF del libro
LUNA ROJA de Miranda Gray. No conozco a Gray, aunque sí su trabajo, y me resulta muy inquietante que se difunda tan a la ligera y sin permiso de su autora cualquier material que sea fruto del trabajo de una mujer que camina por la sanación femenina, o de cualquier otra persona (aunque en este texto me refiero especialmente al trabajo de las mujeres que trabajan por la sanación femenina).
LUNA ROJA de Miranda Gray. No conozco a Gray, aunque sí su trabajo, y me resulta muy inquietante que se difunda tan a la ligera y sin permiso de su autora cualquier material que sea fruto del trabajo de una mujer que camina por la sanación femenina, o de cualquier otra persona (aunque en este texto me refiero especialmente al trabajo de las mujeres que trabajan por la sanación femenina).
Desgraciadamente el tema no me sorprende. Una y otra vez veo en las redes como se difunde material sobre la sanación de lo femenino, sin citar su autoría. Y en los muchos años que llevo caminando esta senda muchas veces lo he sufrido en carne propia.
Cuando reclamo por ello, siempre se me responde desde una actitud de “superioridad espiritual” diciendo que no hay que tener ego y que no importa quién lo haya escrito, porque la información es de todas y a todas tiene que llegar, porque hay gente que no puede pagarla. Esta terrible estrategia, que culpa a la autora que reclama sobre su obra plagiada, ejerce sobre ella un doble abuso: no sólo es víctima de un plagio, sino que, además, es acusada con feos argumentos que la tildan de ególatra y mezquina si protesta por ello. Esto hace que muchas mujeres tengan reparos y se sientan mal si reclaman, lo cual es muy injusto. Y, al no reclamar ellas, el plagio sigue extendiéndose y la inquinidad triunfa.
Es verdad que la información debe llegar a todas y que el ego suele crear problemas, pero también lo es que el respeto ha de fluir por todas nuestras relaciones, especialmente, el respeto hacia aquellas que han ido delante abriendo los caminos de la sanación de las mujeres y de la Madre Tierra.
Comprendo el problema económico y me parece injusto que así sea, ya que creo que el saber debe estar al alcance de toda la gente; pero la solución nunca puede ser el plagio o la difusión sin permiso de la autora.
Por eso levanto mi voz para decir que es importante que nos eduquemos y aprendamos el respeto hacia todos los seres, pero muy especialmente entre las que estamos trabajando por el despertar de la consciencia femenina. De nada nos sirve trabajar por el pueblo de las mujeres, perpetuando en nuestra manera de hacer costumbres nefastas de la selva patriarcal (con perdón de la hermosa madre selva).
El tema al que me refiero tiene un amplio abanico de actuaciones, todas en la misma línea de apropiación de creaciones ajenas:
• Difundir en la Web sin permiso de su autora el PDF de un libro que está actualmente en venta (esto se hace una y otra vez con una ligereza que asusta).
• Publicar oraciones, canciones o párrafos enteros de textos sin citar a la autora.
• Plagiar literalmente artículos enteros o párrafos de ellos, que luego son enviados por mail y/o incluidos en Blogs como si fueran propios (¡hasta me han enviado por email a mí misma textos míos firmados por otra persona!).
• Asistir a talleres que son experienciales y no de formación, para luego copiarlos como si fueran obra propia.
• Publicar en redes apuntes tomados en talleres a los que asistimos como alumnas, sin haber pedido previamente permiso a la persona del taller.
• Abrir un muro de Facebook, una web, blog, etc… con el nombre del trabajo que está haciendo otra mujer.
• Leer un libro y ofrecer un taller a partir de ese libro, como si hubiéramos hecho una formación con esa persona.
• Decir que hemos sido iniciadas por una mujer, sólo por haber leído un libro suyo.
• Presentarse a sí mismas como creadoras de prácticas de sanación femenina que son desde hace siglos patrimonio tradicional de culturas ancestrales.
• Copiar un curso creado por otras mujeres, cambiando sólo algunas palabras del título.
La palabra que define todo esto es DEPREDACIÓN, que es el mecanismo mediante el cual alguien se beneficia de algo que no le pertenece, ya sea la vida de otro animal o la obra de otro ser humano.
Es lamentable que algunas mujeres se hayan perdido por esa senda. Seguramente no lo hacen con mala intención y muy probablemente no son conscientes de lo que están haciendo. Es triste porque bajo esa práctica subyace la idea de que ellas no son capaces de crear algo digno de ser compartido. Parten de una idea de escasez creativa y no se dan cuenta de que la capacidad creadora es infinita y fluye por las venas de todos los seres humanos. Pero también es triste porque denota un absoluto desprecio por el trabajo de las demás personas y una gran falta de consciencia y de respeto que las hace ineptas como instructoras.
Cuando leemos algo que nos gusta, cuando nos es transmitido un concepto valioso, cuando vemos una manera de trabajar que nos atrae o cuando participamos de un ritual o de un taller que nos llega hondo… toda esa energía no debería ser destinada al plagio. Más bien esa inspiración debería ser la fuerza que nos lleve a crear nuestra propia obra.
Para dar sus frutos esa obra deberá ser trabajada y depurada… Templada y sudada… Deberá estar abonada con nuestra propia sangre y ser digerida en un proceso orgánico interno que siempre es lento... Entonces sus frutos serán dulces y nutrirán a otros seres y, también, a nosotras mismas. Entonces serán letra viva… y no mera y triste copia, que da como resultado letras carentes de alma.
Recordemos que un plagio es un robo y que en este caso forma parte del peor consumismo, el consumismo espiritual, en que la persona más perjudicada en realidad es la que ignora la importancia del respeto, pero a la vez, daña y perjudica gravemente a su víctima.
Reconozcamos la envidia que, como humanas que somos, podemos sentir a veces. Y cada vez que sintamos envidia recordemos que lo que hay que hacer en esos casos es aprender de la persona envidiada, para emularla y encontrar en nuestro camino nuestro propio don, nuestro carisma específico. Seguramente deberemos trabajar por las noches… Seguramente tengamos que esperar unos años hasta que la fruta madure (¡que rápido lo queremos todo!) …
Esto ha llegado a tales extremos que hay mujeres que hasta han copiado a la misma Abuela Margarita, asistiendo a sus enseñanzas y anunciando un taller idéntico, con el mismo nombre y el mismo programa sin citarla ni pedirle permiso, tan sólo una semana después.
Para erradicar estas costumbres, amigas, aprendamos a cultivar en nuestro camino la integridad y la honradez, ya que nada hay más bueno para nuestras comunidades que esos valores.
Entiendo que hay que ganarse la vida y que estos tiempos no son fáciles, pero el trabajo debe ser siempre honrado, y ni un euro ganado mediante la depredación tiene buen sabor. Ante la falta de dinero siempre hay recursos más decentes e ingeniosos, lo sé por experiencia propia, os lo aseguro.
Cultivando entre nosotras el reconocimiento, la honra y la consideración podremos aprender las unas de las otras. No es necesario que nos caigamos bien entre nosotras, pero sí que es imprescindible que nos respetemos, para que la siembra de la sanación de las mujeres no tenga plagas destructoras.
Siguiendo ese camino las mujeres creceremos y la senda del despertar de la energía femenina para sanar la Tierra será un camino sembrado con amor y sabiduría.
Marianna Doña Loba