Octubre de
2013 - www.elcorreo.com - Isla
Mujeres
¿Estaríamos
dispuestos a vivir como lo hacían nuestros antepasados del medio agrario? El
documental “81.amama” reúne
testimonios de las últimas mujeres criadas en caseríos y de sus nietas.
En el
acarreo de mineral o en labranza, en las matxinadas y en la guerra, durante la época
de la pesca del bacalao y la ballena, y al mando de los caseríos. Las mujeres
vascas no tuvieron nunca reparos, tampoco les quedaba otro remedio, a la hora
de tomar parte en todos los quehaceres de la vida cotidiana. La autoridad de la
etxekoandre dentro del hogar y de la
economía familiar era primordial, sí. El trabajo en un baserri requería una fuerte cohesión familiar y al parecer ésta se
lograba mejor con la mujer controlando la casa. Ella era además la poseedora
del conocimiento tradicional y de la sabiduría medicinal, y la encargada de
transmitirla de generación en generación. Sin ser perfecto, el sistema
funcionaba bien. Y aunque hoy sabemos que los tiempos eran otros y que siempre
se trató más de un reparto igualitario de tareas entre los sexos que de un
matriarcado propiamente dicho, es reconocido que la figura femenina en la
cultura vasca tuvo siempre un estatus superior al adjudicado en otros grupos
sociales y culturales.
Hoy aún
la imagen de la etxekoandre unida a
un paisaje, el del caserío, y a un idioma, el euskera, tiene una importante
carga emocional y simbólica. ¿Pero estaríamos dispuestos a vivir como lo hacían
nuestras amamas de caserío, con todas
sus vivencias y con todas sus carencias?
El
documental “81.amama”, de la
getxotarra Izaro González Ieregi, habla sobre el imaginario construido de la
mujer vasca y para ello reúne testimonios de catorce mujeres mayores, hoy
septuagenarias y octogenarias, criadas en algunos de los caseríos repartidos
por la cornisa cantábrica, de Bizkaia a Iparralde, y cuatro de sus nietas,
criadas lejos de la vida en el campo.
En el
primer caso, se trata en su mayoría de madres de familia que se vieron
obligadas a emigrar a la ciudad a principios del siglo XX, cuando la vida en el
campo no daba para más y protagonistas en primera línea de la decadencia de lo
que hoy conocemos por vida tradicional. "Son especiales porque son las últimas que han vivido del medio agrario.
En 1963, el ensayo “Quosque Tandem…!” del escultor vasco Jorge Oteiza nos
situaba en la generación número 80 desde el cromlech-neolítico hasta comienzos
del siglo XX. La de hoy sería la generación 81, y por eso he querido saber qué
piensan nuestras amamas y sus descendientes. Es una reflexión sobre la
transmisión cultural y la forma de entender lo vasco", relata la
autora de este documento audiovisual de 50 minutos.
La que más hacía era ama
A
pesar de vivir alejadas de sus raíces, los testimonios de las protagonistas se
han recogido en el solar, origen o cuna de su apellido o estirpe. El caserío “Sagondo”
en Sopelana; “Txagorri” en Azkoitia; “Pellizar” en Intxaurrondo; “Garagartza”
en Leiza; “Zendalepoa”, “Etxeñoa”, “Jauberria” y “Alastainea” en Iparralde son
algunos de los lugares visitados.
En su
gran mayoría, se trata de inmuebles abandonados desde hace años, que lucen
desmantelados con los caballetes del tejado semiderrumbados y con el esqueleto
de madera frontal hecho polvo, aunque aún se diferencian los pisos dedicados a
vivienda y a granero, y las tierras colindantes donde antaño los moradores
sembraban sus legumbres y plantaban sus frutales. Los caseríos que han corrido
mejor suerte se han convertido en sidrerías u hoteles rurales. Otros, los
menos, aún conservan a sus habitantes. “Hicimos
grandes obras aquí y ahora está todo hundido”, evoca una mujer al volver a
su antigua morada. “De comer no faltaba.
Nos abastecíamos de la huerta, pero la comida era casi todos los días igual”,
relata una de las protagonistas. "Vivíamos
con las estaciones, con la tranquilidad, con la naturaleza, con la gente del
campo", añade otra. "En
esta casa, la que más hacía era ama", reconoce otra mujer. "Poca fiesta, trabajar y trabajar. Estaban las
fiestas del pueblo y la misa de los domingos". "Había un vendedor de telas y un “joslari”
que andaban de casa en casa y hacían las ropas y los trajes. Comprábamos
toallas y telas en el mercado y con los años se alargaba o se acortaba la
falda. La minifalda, muy mal vista", evoca con nitidez otra mujer.
"Abarkas en verano y, en invierno,
un jersey para el colegio". Un testimonio más, desde Iparralde: "No hablaré euskera en el colegio, no hablaré
euskera en el colegio, me hacían repetir en casa una y otra vez".
En el
caso de las nietas, éstas han vivido siempre en la ciudad, pero conservan
recuerdos de infancia en el caserío familiar que un día fue de su amama o del
que tanto han oído hablar a lo largo de su vida. "Un giro de 180 grados" es la distancia que separa a unas de
otras. Toda la que puede haber. "Recuerdo
que el baserri era el punto de encuentro familiar en las grandes celebraciones",
evoca una de las jóvenes entrevistadas por Izaro González Ieregi para el
documental “81.amama”. "Los caracoles, esos nunca faltaban en Navidad
con mi amama", rememora otra. "Vivimos más deshumanizados, no tenemos contacto con la tierra. Si no
tomamos el relevo, se perderá el caserío", concluye otra joven
mientras observa la Ría de Bilbao. "Se
perderá".