• Nuevas relaciones: Las otras familias


Texto de Remei Margarit  :  La Vanguardia, 24/01/2004.

En las sociedades occidentales se mantiene como valor principal y duradero la familia, entendida como una pareja con hijos, hermanos, padres y abuelos, tíos y primos, más o menos. Ése es el patrón que rige la estructura básica de la sociedad tal como se entiende en Occidente. Lo que también ocurre es que, si es verdad aquello de que "tu familia está donde están tus afectos", entonces el esquema se torna más complejo, porque cada cual tiene sus afectos personales donde los tiene, en la familia tradicional y fuera de ella, incluso también con otro brío por lo de no compartir siempre y a todas horas lo cotidiano.

Se podría decir que cada uno tenemos varias familias: la exterior y socialmente aceptada, y las interiores que forman parte de nuestro patrimonio de amores y relaciones de afecto.

Vividas en una especie de clandestinidad, existen las familias de amores, afectos, fidelidades históricas, relaciones lejanas en el espacio y en el tiempo. Todo un mosaico de idas y venidas, de encuentros y despedidas, de amores fugaces o perennes, de comunicación con otros seres en aquello que describía Goethe como "afinidades electivas": encuentros de cuerpo y alma, fuera de toda norma y de todo reglamento social. El amor, como la amistad, no se busca, se encuentra, y después de ello ya no hay retorno posible; se teje una red de hilos sutiles y de complicidades que no son producto de la propia voluntad, sino que, como en todo encuentro, es el descubrimiento del otro en una manera en que todavía no ha sido descubierto por nadie. Resulta un acto de creación de algo nuevo, y como todo acto creativo es atractivo y vital. Es la creación de otra "familia". No para sustituir la que ya se tiene, sino como una puerta abierta hacia otra parte de uno mismo.

Puede ocurrir con ello, y de hecho ocurre, que en la confusión del descubrimiento se piense que aquella nueva "familia" es la verdadera y la otra no, y entonces se abandona la una y se forma otra en un intento de ocupar el espacio que la primera ha dejado. Es un error porque ese espacio es personal e intransferible. Una cosa es reconocer que la familia primera ya no es suficiente para este momento determinado de la vida, y otra muy distinta es pensar que repitiendo la jugada de la misma manera con otra persona, ese espacio pueda dar más de sí. Parecería que la cosa no va por ahí, sino por hacer consciente ese dinamismo vital que fluye en todas direcciones y que nos implica en relaciones que no se hallan regladas por la sociedad. No por ello son menos importantes.

Otras "familias" son todas esas personas con las que nos damos cobijo unos a otros; indispensables para nuestro vivir. Y luego están las "familias" de intereses compartidos, de ciencia, de arte, de literatura, etc. Lo bueno de todo ello es que unas y otras no son incompatibles, sino que se complementan en el caso de que se traten con delicadeza y teniendo en cuenta su fragilidad. Algunas pasan a la historia, eso es cierto, pero también lo es que con ellas se queda un pedazo de nuestra vida. Puede que la vida sea eso, un ir y venir incesante de sentimientos, emociones, incertidumbres y lealtades compartidas más allá de las circunstancias.