Por María Urien, fisioterapeuta especializada en uroginecología y obstetricia. www.crianzanatural.com
Al salir de la bañera, mi hija resbala, solo un poco, lo justo para caer a horcajadas sobre el borde. Yo, que observo la escena porque la esperaba con la toalla desplegada en mis manos, pongo la misma cara que habréis puesto al leerme. "Ayyy, mamá, ¡qué daño en mi vulvita!". Ya envuelta en la toalla y en mis brazos, se seca las últimas lágrimas y me suelta desde sus cuatro sabihondos años: "Mamá, a ti te digo vulva porque eres medio médico y te gusta, pero que sepas que se llama chichi." Bueno, me digo, al menos puede manejar dos registros porque, y es mi opinión, la educación para la salud del suelo pélvico (y, por tanto, de la sexualidad, de la identidad, de la continencia urinaria, etc.) empieza por llamar a las cosas por su nombre, sin tapujos, con naturalidad y con respeto: si quieres llamar chichi a tu vulva me parece bien porque lo importante es que sepas nombrarla en cualquier situación o ambiente.
Lo que se nombra existe, y muchas nos hemos criado en un entorno familiar donde los genitales no existían. Como mucho, y a ser posible lejos de los hombres, escuchamos a nuestra madre protestar por la incomodidad o el dolor de sus menstruaciones. ¿Y cómo actuamos ahora con nuestras hijas? Somos conscientes del peso de aquel vacío, de aquel tabú, y encontramos palabras para nombrárselo a nuestras hijas así como también les contamos, orgullosas, que algún día ellas menstruarán con nosotras y todas encontraremos la manera de respetar el tempo sosegado que los días de río rojo nos piden. Que honraremos nuestra sangre menstrual como signo de nuestra capacidad de albergar la vida. Incluso idearemos un ritual para celebrar su menarquia.
Pero ¿qué cuidados hemos de prodigar/enseñar a sus suelos pélvicos? ¿Es demasiado pronto para prevenir? ¿Existe la posibilidad que se debiliten si aún no hay ni embarazos ni partos?
La infancia y primera juventud son el espacio de prevención por excelencia, pues nos decantamos por unos estudios, por unas prácticas deportivas, por unas actividades y actitudes que marcarán nuestro modo de vida y nuestra salud. También la de nuestro suelo pélvico.
La prevención pasa por tener una cierta idea de cómo es la constitución física de nuestra hija ya que, si tiene tendencia general a la hiperlaxitud, también los ligamentos que sostienen sus vísceras pélvicas serán más elásticos y pedirán más esfuerzo de soporte a los músculos del suelo pélvico...que también serán más laxos. Repetir una actividad típicamente infantil como saltar en la cama elástica puede estar sentando las bases de un futuro suelo pélvico sobreestirado e incapaz de contener las vísceras en su lugar. Si a alguien le parece exagerada o alarmista esta afirmación puede revisar el estudio de Ellisson et al1, en el que se desvela que el 80% de las saltadoras profesionales de trampolín presentan pérdidas de orina ¡con una media de edad de 16 años!
¿Cómo podemos saber cuál es la constitución de nuestra hija? Tendremos la sospecha fundada de que es hiperlaxa si puede extender sus codos y/o rodillas más
allá de los 180º (como muestra el dibujo), si tiene tendencia al pie plano, si ha sufrido hernias inguinales o umbilicales o si muestra una gran elasticidad muscular.
Musculatura hiperlaxa |
Como nuestros tejidos vienen determinados por nuestra genética, para obtener más datos podemos revisar sus antecedentes familiares en busca de parientes con estas características.
Las niñas hiperlaxas deberían escoger con cuidado el deporte que quieren practicar, tratando de evitar aquellos que pongan en situación de estrés las estructuras ligamentosas y musculares que sostienen sus vísceras pélvicas. Son especialmente delicados aquellos que conlleven saltos, carrera, alteraciones en la estática fisiológica de la columna, como promover una postura con hiperlordosis lumbar (ballet clásico, danza rítmica...), levantamiento de pesos y ejercicios de abdominales clásicos sin protección del suelo pélvico. Por supuesto que las caídas y golpes, tanto las deportivas como las de la vida normal, también tienen repercusión en la estática de las vísceras pélvicas y habrán de ser revisadas.
Si, a pesar de todo, su práctica deportiva es alguna de las anteriores, convendría
irle haciendo valoraciones periódicas para ver si nos acercamos a un estado patológico, incluso en ausencia de sintomatología, y tratar de adecuar el entrenamiento en función de su ciclo menstrual, pues los tejidos corporales van cambiando al son de las subidas y bajadas hormonales: desde de la ovulación hasta el sangrado, cuando más alta está la progesterona, más delicados están todos los tejidos (incluso se ha llegado a ver mujeres que pierden un 25% del tono muscular) y sería el momento de evitar picos de esfuerzo. En cualquier caso, y en cualquier constitución, cuanto más alto subamos en el escalafón deportivo y más exigente sea el entrenamiento, más riesgo para su suelo pélvico.
irle haciendo valoraciones periódicas para ver si nos acercamos a un estado patológico, incluso en ausencia de sintomatología, y tratar de adecuar el entrenamiento en función de su ciclo menstrual, pues los tejidos corporales van cambiando al son de las subidas y bajadas hormonales: desde de la ovulación hasta el sangrado, cuando más alta está la progesterona, más delicados están todos los tejidos (incluso se ha llegado a ver mujeres que pierden un 25% del tono muscular) y sería el momento de evitar picos de esfuerzo. En cualquier caso, y en cualquier constitución, cuanto más alto subamos en el escalafón deportivo y más exigente sea el entrenamiento, más riesgo para su suelo pélvico.
Otra situación relativamente frecuente es el estreñimiento. Más de una hija se ha visto sentada en el inodoro incapaz de soltar la bola fecal y escuchando "Vamos, empuja, hombre, empuja" mientras su carita se ponía colorada por el esfuerzo. Cada empuje sobreestira el suelo pélvico y, si es una situación que se repite, puede llegar a no ser capaz de volver a su sitio. Mucho cuidado. Es el momento perfecto para aprender cuan importantes son las señales de nuestro cuerpo, pues algunas patologías de vejiga y algunos estreñimientos vienen de habernos acostumbrado a desoír la necesidad de ir al baño. Animémosla a escuchar y respetar esas señales. Además podemos colocar un banquito para que apoye sus pies mientras defeca u orina. Y, por supuesto, tomaremos medidas dietéticas.
Y ¿qué decir de las toses crónicas o de los meses de estornudos de las alérgicas? Que también necesitan una atención especial, pues comprometen la salud de su suelo pélvico no solo por el empuje brusco que el diafragma, a modo de émbolo, ejerce sobre todo lo que hay debajo de él en cada tos o estornudo, sino porque los antihistamínicos debilitan el tejido conjuntivo (que forma parte de todo nuestro organismo, y también del suelo pélvico, claro.)
Si nuestra hija tiene afición por la música, todo está bien mientras escoja un instrumento de cuerda o percusión, pero habremos de vigilar de cerca su suelo pélvico si escoge uno de viento o el canto (aunque la mayor parte de los maestros de canto son muy conscientes de la función y el cuidado del suelo pélvico al ser parte de su "instrumento"). ¿Por qué? Por la misma dinámica de transmisión de presiones dentro del abdomen que nos daba problemas en los estornudos o toses. En este caso, para lanzar el aire con la potencia suficiente para obtener el sonido deseado, hemos de "empujar" desde el diafragma y usar nuestros músculos abdominales, lo que vuelve a aumentar la presión en el abdomen cuya base es, ya sabemos, el suelo pélvico.
Por último, dentro de la etapa infantil, una pincelada de una cuestión íntimamente relacionada con el suelo pélvico y que tiene tratamiento con la fisioterapia uroginecológica: la enuresis. La consideraremos como tal y podremos empezar a tratarla cuando el niño o niña haya rebasado los 6 años; antes es difícil que colabore con el tratamiento y podemos tener un efecto contraproducente de rechazo y hastío. Si no hay una alteración anatómica (existencia de un tercer uréter que drena a vagina, por ejemplo), muchas enuresis se deben a una vejiga hipereactiva o inestable que se contrae y vacía antes de tiempo sin control voluntario. Con fisioterapia esto puede tratarse de forma no invasiva y sin efectos secundarios.
Como todos sabemos, la adolescencia suele ser una época emocionalmente convulsa en la que alguna nos hemos encontrado con un charco de orina a los pies después de un ataque de risa incontrolado. En estos casos, siempre y cuando no haya pérdidas de orina en otras circunstancias como toses, saltos o estornudos, el problema no sería achacable a una debilidad del suelo pélvico sino al paso por el sistema límbico de uno de los circuitos del reflejo de la micción. Este sistema límbico es muy sensible a las emociones fuertes y, bajo el estímulo de una, puede desorganizar el correcto funcionamiento del reflejo de la micción hasta el punto de desencadenar una descarga completa de la vejiga sin previa orden voluntaria. Si esto ocurre de forma ocasional, esperaremos que unos años más traigan serenidad y control emocional. Si es más frecuente, puede ser interesante valorar si no está acompañado de una vejiga hiperactiva y buscar un tratamiento fisioterápico.
Más adelante, cuando escoja una profesión, tendrá que cuidar más de su suelo pélvico si le gusta una actividad en que tenga que estar mucho tiempo de pie, llevar tacones, levantar pesos, saltar, correr o levantar la voz.
Conclusiones
Ya desde la infancia se puede cuidar del suelo pélvico y la continencia futura. Conociendo los riesgos de ciertas actividades podemos buscar la manera de evitarlas, minimizarlas o compensarlas si es que la niña o joven no quiere o no puede eliminarlas. Para compensarlas empezaremos por enseñarle a reconocer sus estructuras pélvicas internas y externas, a sentir y activar los músculos implicados y, después, a entrenarlos y a asociar su contracción a las prácticas potencialmente peligrosas para así protegerlos. Es decir, el planteamiento sería el mismo que aplicaríamos con una mujer adulta, sí, pero mucho más lúdico y más lento.
El detalle del tratamiento, aunque sea preventivo, vendrá dado por la situación particular de la niña, su actividad, sus tejidos, su grado de conciencia corporal y ha de ser diseñado y seguido por un fisioterapeuta especializado.
Referencias:
Eliasson K, Larsson T, Mattsson E. Prevalence of stress incontinence urinary in nulliparous elite tranpolinist. Scand. J Med Sci Sports. 2002; 12:106-10
Nygaard IE, Thompson FL, Svengalis SL and Allbright SP. Urinary incontinence in Elite Nulliparous Athletes. Obstetrics and Gynecology. 1994:2, (84): 183-7
Para más información sobre incontinencia urinaria asociada a mujer deportista consultar el siguiente enlace: www.elsevier.es