• Actividades para nuestras criaturas: Honrar a los árboles


Fragmento de texto de Cait Johnson y Maura D. Shaw. Extracto del libro “La magia de la tierra”. Ediciones Obelisco. Transcripción: Arboleda de Gaia

Los árboles nos dan muchas cosas: sombrea, aire fresco, lugares donde las criaturas silvestres pueden hacer sus nidos, ramas para encender fuego, bastones o manualidades, hojas para decorar, nueces y frutos para comer o admirar. Ellos tienen un espíritu generoso y amigable –nosotros nunca hemos encontrado un árbol que no nos gustase-. A los niños les gusta abrazarlos y los que son sensibles a estas cosas van a notar sus diferentes personalidades, reconociendo cómo cada uno de ellos es un amigo especial y valioso.

Puede animarles en esta relación al practicar esta actividad que hemos extraído del libro de Joseph Cornell Sharing the Joy of Nature. Cubra los ojos de sus hijos con una venda y llévelos junto a un árbol. Deje que cada niño lo toque, lo huela, lo escuche. Sus pequeños dedos adoran explora los profundos huecos y la rugosidad de los pinos o abrazar la suavidad de abedul. Los árboles de hoja perenne son fáciles de reconocer, por su aroma fresco y fuerte y sus hojas en forma de aguja. Después de que los niños hayan explorado un rato a ciegas el árbol, quíteles la venda de los ojos y vea si han descubierto cómo era su árbol.

O pruebe con esta idea en familia: siéntese con sus espaldas apoyadas en un tronco y dejen que su mente quede en silencio. Respiren profundamente durante unos momentos. Observen los dibujos de luz y sobra hechos por el sol entre las hojas. Escuchen los sonidos del viento entre las ramas. Sientan la rugosidad o la suavidad de la corteza y huelan su aroma único –algunos árboles huelen a especias, otros a frutos secos o a Tierra-. Luego cierren los ojos y permitan que el árbol les “hable” en su propio lenguaje. ¿Qué sentimientos vienen a ustedes? ¿Qué perciben del estado de ánimo del árbol? ¿Tiene algo que enseñarles? Muchos de nosotros hemos visto que cuando estamos tensos e infelices, buscamos estar cerca de un árbol,  o sentarnos a su lado para que entre en nosotros algo de su energía y sabiduría callada, calmándonos, llevándose nuestros problemas.

Por todo lo que son los árboles y por todo lo que nos dan, es un gesto de educación darles las gracias y, en esta estación, llevarles algún regalo (como estos que dejábamos como agradecimiento a las plantas cuando hacíamos la figura de la cosecha).

Puede ofrecer a los árboles que estén cerca de su casa unos puñados de harina de maíz o tabaco, o pequeños cristales, monedas o conchas de mar, o algo más personal como trozos de uña o mechones de pelo. Coja una guí de campo y apréndase los nombres desus árboles. Busque qué fertilizantes necesitan e invierta algún dinero comprándolos. Hable con sus árboles y escúcheles. Pronto enviará su energía profundamente bajo Tierra para dormir durante el largo y frío invierno. Celebre su poderosa presencia en sus vidas durante estos cálidos días a finales del verano. 


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