Texto de Ramona Violant i Ribera. Extracto del libro “El món màgic de les fades”. Editorial Farell.
Las hadas de las nieves, las hadas de las aguas y las hadas de los mares son seres míticos femeninos que aparecen en casi todas las mitologías. Vinculadas estrechamente a la naturaleza, son antromorfismos de los espíritus que según las creencias animistas tenían todos los seres, tanto animados como inanimados. Según Eugen Mogk (1900: 286-287), el folklore europeo sobre las hadas recogió el corpus de creencias sobre los espíritus de las aguas, de los bosques, de los campos, de las montañas, de las rocas, de todos los elementos de la naturaleza, tan cercana al hombre en etapas históricas anteriores a la nuestra, y tan misteriosa. Con el tiempo estas creencias animistas, vigentes en toda la Europa precristiana, configuraron algunas de las figuras míticas de los panteones clásicos politeístas, pero a la vez siguieron un camino más humilde; pervivieron, mediante la tradición oral, como seres sobrenaturales, pero no divinos, que protagonizaron leyendas, rondallas, cuentos, reelaborados mil veces, a lo largo del tiempo, por la transmisión y recreación de cada narrador; y fueron, alguna vez, incluso modificados por la influencia de la literatura escrita, que desde siempre mostró interés por las formas de la literatura tradicional.
Los legendarios folclóricos europeos presentan un gran número de tradiciones y leyendas sobre las hadas, de temas bien diversos pero que ofrecen unas constantes de base que testimonian la unidad originaria de los pueblos europeos, fruto de las sucesivas migraciones de los grupos étnicos indoeuropeos. Ya sean las melusines francesas, las merrows irlandeses, las Nixe alemanes, las vila del este de Europa, las lamiak vascos, las xanas asturianas, las mozas de agua de Santander, o bien las dones d’aigua, las goges, las aloges, las encantades, las dones de fum catalanas, estos seres míticos presentan unos rasgos característicos comunes y ofrecen, en su imaginada relación con los humanos, unas constantes que encontramos, asimismo, en narraciones legendarias del folclore asiático y americano y que confieren a este temario leyendístico una categoría universal.
El rasgo más característico de estos seres míticos es la filiación naturalística, tal como se desprende de las narraciones que siempre giran alrededor de los ríos, gargantas, estanques, pozos, cuevas, rocas y, como reflejan los numerosos topónimos que en Cataluña hacen referencia a estas hadas: salto de la Dona d’Aigua, fuente de las Encantades, cueva de las Encantades, madriguera de las Goges, fuente de los Encantats, estanque de las Dones d’Aigua, entre otros.
Además de este elemento esencial se dan una serie de cualidades, de acciones, de circunstancias, de creencias que nos configuran, y casi nos hacen reales, estos fascinantes seres míticos. Son imaginados de gran belleza, con ricos vestidos ornamentados con perlas y estrellas; poseedores de grandes riquezas, especialmente de oro; se cree que habitan palacios subterráneos donde celebran comidas y fiestas con profusión de luces, de música, de danzas; se dice que tienen poderes mágicos y adivinatorios, que lavan su ropa por la noche y la extienden cerca de los ríos, que una pieza de esta colada maravillosa proporciona la fortuna, que recompensan generosamente a quien les ayude, que tienen carácter de espíritu tutelar de una familia o de una colectividad, que pueden construir grandes edificaciones, que pueden tener amores con los seres humanos e incluso pueden llegar a contraer matrimonio y a conseguir la maternidad.
Esta gran diversidad de rasgos característicos, que se superponen al tipo originario de carácter animista, es el resultado de una lenta y larga labor de transposiciones e interferencias entre elementos tipológicos provenientes de diversas culturas; Alfred Maury (1896: 11-25) considera que en la caracterización de las hadas europeas ha prevalecido el concepto mítico de diosa madre, y señala, asimismo, que el resto de rasgos específicos responden a la confluencia sobre el tipo de “hada” de determinados rasgos propios de las ninfas (relación con la naturaleza, belleza, gracia, danzas, canciones) y de las parcas (magas, adivinas, conocedoras del destino de los hombres y de la vida futura). En época más reciente, Julio Caro (1946: 182) también destaca el carácter de diosa madre en las leyendas de este tipo de seres míticos; indica, por ejemplo, que el País de Gales denominan mamsu (“madres”) a las hadas, muy probablemente por filiación con las antiguas diosas madres de los pueblos celtas.