Abuela Bernadette Rebienot en España - Foto Koldo Aldai |
Bernadette
Rebienot nació en Libreville, Gabón, en el seno de la comunidad lingüística Omyèné
y perdió a su madre cuando tenía cinco años y se crió con su padre y con su
abuela. Era muy joven y todavía tenía la inocencia de una niña cuando tuvo su
primera visión en el transcurso de una reunión familiar. Cuando le contó a su
padre que había visto a un amigo suyo muerto en el agua, éste no la entendió y
Bernadette decidió guardar silencio, pues no se sentía cómoda contestando a las
preguntas de su progenitor. Incluso cuando sus visiones se convertían en
realidad, no decía nada.
Su
abuela era gemela y recibió varios dones especiales por serlo. Ella conocía la
medicina tradicional que los pigmeos habían practicado durante miles de años y
estaba especializada en partos difíciles y fracturas. Fue ella quien la
introdujo en el mundo de las plantas y quien le enseñó todo lo que sabía sobre
las que tenían en el jardín. Algunas crecían de forma espontánea y otra las había
plantado ella con propósitos medicinales. Su abuela le enseñó desde muy pequeña
que las plantas son un regalo que nos hacen los antepasados y que debemos
protegerlas para las generaciones venideras. Su abuela no se cansaba de
repetirle que "cuidara del mañana" y "respetara la selva”.
Al
no tener madre, cuando Bernadette tuvo edad para ir al colegio, fue entregada a
las monjas de la localidad para que la educaran en un convento. Su abuela creía
firmemente que la educación era un pasaporte y daba dignidad. En el convento,
Bernadette les contaba a sus amigas sus visiones para divertirse, pero, un día,
de repente, se puso muy enferma. El lado derecho de su rostro quedó afectado,
el dolor era insoportable y se vio obligada a permanecer en la oscuridad, ya
que la luz la enfermaba. Cuando llevaba tres años enferma y ante la falta de
mejoría utilizando métodos de la medicina moderna, su abuela insistió para que
probaran la medicina tradicional. Así lo hicieron. En una visión psíquica, el
maestro pigmeo que la estaba tratando vio que Bernadette tenía un don especial
y que debía aceptar la enfermedad como su camino de iniciación como mujer medicina.
La iniciación en su cultura significó para ella su despertar espiritual y se
refiere más bien a la sanación del espíritu que a la sanación física.
"Hay
dos tipos de personas: las iniciadas y las que no están iniciadas, la gente que
tiene conocimientos espirituales y la gente que no los tienen", afirma la
Abuela Bernadette. "El camino de iluminación que siguen los iniciados les
permite tener otra visión de la vida, otra manera de comprender las realidades
de la vida y la vida propia. La Humanidad es la misma en todas partes. La
Espiritualidad, que está dentro de todo ser humano, es igual en todas partes.
Depende de la persona recorrer ese camino o no".
La
medicina tradicional de la cultura de la Abuela Bernadette acepta que los
humanos tenemos dos cuerpos, un cuerpo físico y un cuerpo espiritual. Los
terapeutas de medicina tradicional aceptan este proceso natural que conecta a
la persona con la Naturaleza y con el Cosmos. Cuando hay enfermedad, se trata a
la persona que está enferma y no a la enfermedad en sí.
"La
enfermedad es algo que viene de fuera y que se apodera de nosotros para
molestarnos y para obligarnos a realizar cambios espirituales necesarios",
nos explica la Abuela Bernadette. "Por eso, tratamos el cuerpo espiritual
en conjunto con el cuerpo físico. Es una pena que el mundo científico sólo
reconozca la enfermedad física y que sus métodos de curación no lleguen a más
al no tener en cuenta el aspecto espiritual del ser humano. En África,
consideramos los dos aspectos de manera complementaria, pues no son
contradictorios. Se puede sanar a un ser humano desde el cuerpo físico o desde
el espiritual".
Por
lo menos el ochenta por ciento de la población africana acude a médicos
tradicionales. La Abuela Bernadette cree que lo mejor sería que la comunidad
tradicional y la comunidad científica, en cualquier lugar del mundo, se
respetasen y se aceptaran. Si fuera así, se sanaría la Humanidad entera.
Al
principio, el amor que sentía por la vida y por la danza fueron un obstáculo
para la iniciación de la Abuela Bernadette, que no quería asumir las
responsabilidades de ser una mujer medicina, pero, al final, la enfermedad no
le dejó opción. Al tener que estar a oscuras, no podía llevar la vida de
siempre y, al final, tuvo que aceptar su iniciación. El primer maestro pigmeo,
que era un gran hombre, pidió a otros tres, cuatro maestros en total, que
participaran en su rito de iniciación, lo que fue todo un honor.
En
la mayoría de las culturas indígenas, hay una planta sanadora especial, una
planta que es el centro de los tratamientos médicos y que se utiliza en las
ceremonias de iniciación. En Gabón , esta planta es la iboga, que fue la planta
que utilizaron en la iniciación de la Abuela Bernadette y que se puede
encontrar en la selva de este país africano.
Se
sabe de esta planta desde hace miles de años a través de dos grupos de pigmeos
que vivían en la selva de Gabón, que cubre veintidós millones de kilómetros
cuadrados de superficie. Para los que no la conocían, esta selva húmeda en la
que hay árboles cargados de agua que no paran de gotear y en la que cantan pájaros
y se oyen todo tipo de sonidos animales era un lugar inhóspito, lúgubre y poco
recomendable. Al no entender que el grito del camaleón les estaba indicando que
había miel en los árboles, que todo en la selva estaba comunicado y que todas
sus necesidades estaban allí cubiertas, los extranjeros que comenzaron a
colonizar la región no supieron reverenciar la maravilla de semejante creación
y no tuvieron respeto por el pueblo que la habitaba, los pigmeos. Ellos, sin
embargo, adoraban aquel paraíso mágico, que los daba de comer y los protegía.
Siempre han vivido en la selva, a la que se sienten muy unidos y con la que
comparten un idioma secreto que todavía hoy en día es un misterio.
En
la actualidad, la selva está en peligro de muerte debido a las compañías
madereras, que están talando sin miramientos esta joya de la naturaleza. En
esta selva prístina hay ejemplares arbóreos enormes de cientos de años que caen
todos los días bajo las sierras mecánicas para satisfacer la demanda de suelos
y muebles de madera tropical.
Además,
los cazadores furtivos utilizan los caminos que abren las empresas madereras
para matar elefantes, gorilas y chimpancés, cuya carne es muy apreciada. Ahora
resulta que existe la posibilidad de que esa carne esté infectada de sida y de ébola
y de que ambas enfermedades se estén extendiendo. Así, la población local ve cómo
sus recursos alimenticios disminuyen y muchos dudan de que los animales
salvajes vayan a sobrevivir a los cazadores furtivos.
La
selva tiene un delicado equilibrio que está siendo alterado. Ello podría
redundar en la pérdida de importantes plantas medicinales. Una de ellas es la
planta que se utilizó en la iniciación de la Abuela Bernadette. Los pigmeos
descubrieron uno de los muchos usos de la iboga al observar lo que producía en
los animales que comían sus raíces. Así, se dieron cuenta de que esta planta
permite a una persona trabajar durante muchas horas sin cansarse y pasar mucho
tiempo sin tener hambre. Además, es afrodisíaca y ayuda a sanar el cuerpo
espiritual.
"La
iboga es un tesoro cultural", explica la Abuela Bernadette. "Nosotros
conocemos los secretos de esta planta y no aceptamos que se diga que es un
alucinógeno. La iboga tiene usos terapéuticos y espirituales, se trata de una
planta que conecta con estados de meditación y que nos permite liberarnos de
recuerdos emocionales, resolver conflictos internos, saber dónde están los
bloqueos en nuestro interior y reconciliarnos con nosotros mismos".
Los
médicos tradicionales tienen la sensación de que la comunidad científica no
entiende a esta planta. Tras varios siglos de observación, han llegado a la
conclusión de esta planta puede curar el alcoholismo y puede ayudar a luchar
contra la adicción a ciertas drogas. Además, su uso no conlleva ninguna
dependencia.
"No
te creas que es tan fácil que te apetezca tomar iboga", explica la Abuela Bernadette.
"En realidad, hace falta tener valor para tomarla porque te hace mirarte
tan profunda y sinceramente que no es fácil. Sin embargo, formará parte de la
medicina del futuro".
Durante
su iniciación con esta planta cuando era adolescente, la Abuela Bernadette vio
todo lo que le iba a suceder en el futuro y recuperó la salud. Bajo la
supervisión de su maestro y profesor, comenzó a desarrollar lentamente sus
dones y terminó por comprender y aceptar su destino y su camino espiritual, que
la llevó a convertirse en sanadora. Las capacidades que desarrolló bajo la
tutela de su maestro las ha aplicado como profesora, terapeuta y maestra del
Rito Bwiti de Iboga y de Iniciaciones de Mujeres. La gente la llama por su
nombre espiritual, que significa "la esperada durante mucho tiempo".
"Lo
que hago hoy en día no me sorprende. Lo vi hace mucho tiempo. De lo que vi, no
he quitado ni he añadido nada. El templo que construimos procede de lo que
tenemos dentro, de esa vocecilla que todos nosotros tenemos y que es nuestra
consejera particular".
la
Abuela Bernadette pronto se hizo famosa en su país y ha sido presidenta del
Servicio de Salud de Medicina Tradicional desde 1994 y ha participado en muchas
conferencias a este respecto a nivel internacional. El actualidad, es viuda,
tiene diez hijos vivos y veintitrés nietos.
Las
mujeres de Gabón llevan siglos reuniéndose regularmente en la selva para
compartir sus visiones, para rezar por la paz en el mundo y por el bienestar de
su gente. "En Gabón, cuando las abuelas hablan, el presidente nos escucha.
Estamos rodeados de países en guerra, pero en Gabón no hay guerra",
explica la Abuela Bernadette.
Cuando
se dirigió por primera vez el Consejo Internacional de las Trece Abuelas Indígenas,
la Abuela Bernadette dijo que estar allí sentada con aquellas mujeres era como
un sueño porque las había visto a todas en un trance, había visto trece abuelas
de los cuatro rincones del mundo hablando a través de una sola voz.
"Los
espíritus de la selva de Gabón me han dicho que no podemos dar marcha atrás,
que no debemos tener miedo. No queda mucho tiempo. Debemos darnos prisa. El espíritu
existe y es mucho más fuerte que el cuerpo. Todas las abuelas de África sabemos
que el Espíritu es el mismo en cualquier raza. Nadie elige dónde nace. Es el
destino. Hay que aceptarlo. Nuestros antepasados son los mismos para todos
porque la Humanidad es la misma Humanidad en todos lados. Pensemos en nuestras
hermanas, que lucharon y murieron por luchar por la raza humana. Debemos hablar
por todos los que lucharon a favor de la paz. Esta mañana, estaba viendo un
ciervo y un espíritu me ha llamado dos veces. Ese espíritu me ha dicho que lo
que las abuelas estamos haciendo es muy importante, realmente importante",
dijo la Abuela Bernadette.