Extracto del texto de Guillermina Altomonte y Cristián Albagly - Fotografía: Alejandro Araya - www.paula.cl
Más de
275 mil chilenas sin hijos y en edad fértil dicen que no piensan tenerlos jamás.
Algo absolutamente impensado hace algunos años. ¿Qué está pasando?
Hace
calor. Tres chicos juegan en la piscina de un edificio en Providencia.
Gritan, se tiran agua. Nada fuera de lo común. Bárbara Pavón –24 años, pelo
largo, ojos celestes– fuma y los mira con cierto disgusto. Cuando su mejor
amiga tuvo guagua, ni siquiera la pudo tomar en brazos.
Los
mayores le dicen que no sabe de qué está hablando, que cuando sea más grande le
van a dar ganas. Ella ya ni les discute. Incluso, a veces, cuando conoce a un
chico y él le pregunta si algún día quiere tener hijos, suelta un lacónico: “Quizás”. Conoce la que se arma cuando admite que nunca, nunca, nunca ha tenido
ganas de tener hijos.
Bárbara
forma parte del grupo DINK Chile, junto con otros 170 compatriotas. La sigla
DINK significa Double income, no kids: doble ingreso, sin niños. Son hombres y
mujeres, emparejados o no, que abiertamente plantean la opción de nunca ser
padres. Priorizan viajar, dedicarse a sus trabajos o proyectos personales,
gastar en otra cosa los recursos que consume un bebé.
También
se hacen llamar Childfree, que literalmente se traduce como “libre de hijos”.
Como especifica una de las cientos de páginas web de esta corriente, www.childfree.net: “Elegimos llamarnos así
y no ‘sin hijos’, porque ese término implica que nos falta algo que queremos. Y
no es así. Nos consideramos libres de hijos porque somos libres de la pérdida
de dinero, tiempo, energía y libertad que significa tener niños”.
El
concepto es gringo –en Estados Unidos se calcula que este año la cantidad de
matrimonios sin hijos llegará a 31 millones– pero el fenómeno es mundial. Hay
decenas de libros sobre el tema y foros en internet en los que se plantean
asuntos impensados como: ¿debería discutirse en las clases de educación sexual
en los colegios la opción de no tener hijos nunca? ¿Debería mencionar en una
entrevista de trabajo que jamás tendré hijos?
Antonia
Alvarado decidió que no sería mamá cuando era adolescente. Hoy tiene 38 años.
Nunca ha cambiado de opinión.
–Las razones siempre fueron las mismas: no me
gustan los niños. Tengo un sobrino que es encantador. Lo cuido cuando me lo
piden, con mucho gusto y cariño, pero no me llama la atención tener hijos.
Nunca se me pasó por la mente. Desde que tenía 14 años que pienso igual.
Es
geofísica y trabaja en una empresa de servicios en consultoría para compañías
mineras y petroleras. Viaja mucho. Está casada con un canadiense que tiene un
trabajo similar.
–Ser madre me arruinaría el plan de vida que he tenido desde
siempre. Quiero seguir viajando; me imagino vieja, en mi casa en la playa, con
recuerdos de todas partes del mundo. Y encontré una pareja que lo comparte.
Tendencia mundial
En
Chile no es ningún secreto que la tasa de fecundidad viene cayendo
sostenidamente. Si en 1960 una mujer tenía en promedio 5,4 hijos durante su
vida fértil, hoy tiene 1,9. Pero otra cosa es que las mujeres opten por no
tener ninguno. Y está pasando: resulta que 47% de las mujeres en edad fértil
que no tienen hijos, declaran que no piensan tenerlos. Eso equivale a 275 mil
mujeres.
¿Por qué tanto?
El
estudio que arroja estas cifras se llama Caracterización de la población que
decide tener o no hijos en el futuro y lo elaboró la economista Sandra Quijada,
encargada de la Unidad de Encuestas del Centro de Microdatos de la Universidad
de Chile, en base a los datos de la encuesta de protección social de 2002, 2004
y 2006.
Como
éste es el primer estudio que mide la intención de tener hijos en Chile, no
existen cifras anteriores con las que se pueda comparar.
–No
tenemos datos para afirmar categóricamente que este fenómeno ha tomado fuerza.
Pero mirando los porcentajes por año, vemos que en 2002 el 39,1% de las mujeres
en edad fértil dice no considerar tener hijos, y en 2006 subió a 47%. Es súper
fuerte que un porcentaje tan alto de mujeres en edad fértil digan que no
quieren tener hijos– dice Sandra.
La tendencia se está instalando en todo el
mundo. Comenzó por la baja de fecundidad y la postergación de la maternidad.
Pero ya es más que eso. Dice Francisca Dussaillant, investigadora de la
facultad de gobierno de la Universidad del Desarrollo: “Ahora, el ‘no puedo tener hijos’ está pasando a ser ‘no quiero’. El
bichito de vivir la vida propia siempre ha estado, pero la presión social era
demasiada. El gran cambio es que ahora, socialmente, está siendo más aceptado
que antes el decidir no tener hijos”.
Es
difícil saber cuál es la intención de maternidad en otros países. Pero hay
cifras absolutas que respaldan la tendencia: en Estados Unidos, 47% de las
mujeres en edad fértil no tiene hijos. En Inglaterra un tercio de las mujeres
que cursan estudios universitarios no tiene hijos nunca. En Argentina, en 2004,
la Dirección de Estadísticas y Censos determinó que la cantidad de mujeres que
al final de su vida reproductiva no había tenido hijos había trepado a 17 % y,
en 2007, un 11,3% de los hogares de Buenos Aires estaban compuestos por parejas
sin hijos: cerca de 65.000 hogares, ubicados en los quintiles de ingresos más
ricos.
Y
aunque no se puede establecer una fecha exacta en la que las mujeres y parejas
empezaron a decir, sin complejos, que no querían tener hijos, los términos “childfree” o “childless by choice” (sin hijos por elección) aparecieron por
primera vez en los años 70.
Una carga muy pesada
–Hay
que poner las cosas en su lugar: la mayoría de las mujeres en Chile sigue
queriendo tener hijos. Lo novedoso es que está empezando a ser legítimo no
tenerlos o no querer tenerlos –dice la socióloga Florencia Herrera, experta en
temas de familia y académica de la Universidad Diego Portales.
Florencia
distingue entre varios procesos personales que pueden llevar a decidir no tener
hijos. Están las mujeres que alguna vez, entre los 20 y los 35 años, tuvieron
ganas de tener hijos y se proyectaban en pareja, pero pasó el tiempo, no se
emparejaron, y a los 40 deciden que ya es muy tarde. Otro caso es el de las profesionales
que, aunque se proyectan con hijos, siempre tienen cosas más importantes que
hacer. Viajan, estudian, tienen trabajos que les gustan y, aunque les gustaría
ser mamás, finalmente nunca se deciden.
–Y
finalmente están las mujeres que pasan por un proceso mucho más reflexivo–
dice. –Lo pensaron y, evaluando los pros y los contras, se ven a sí mismas como
individuos y piensan: “A ver, ¿por qué
tengo que tener hijos?”. Aparece el tema de la libertad. Antes a nosotras
nos socializaban tan orientadas a la familia, que la mujer no tomaba decisiones
individuales en el sentido de qué es lo que a MÍ me conviene.
Alejandra
Castillo tiene 27 años, está soltera, es abogada y trabaja en el departamento
de estudios de la Defensoría Nacional. Está postulando a una beca para hacer un
doctorado en Derecho penal en Alemania. De tener guagua, ni hablar.
–El
hecho de tener la aptitud biológica para tener hijos no significa querer
tenerlos. Pero, además, acá prácticamente no existe el trabajo de media
jornada, los sueldos de las mujeres son menores a los de los hombres, entonces
para la mujer el costo de tener un hijo es muy grande. Si yo tengo un doctorado
y mi marido también, ¿por qué él no se puede pedir días libres si el niño se
enferma? Ése es un costo que no estoy dispuesta a asumir. No me interesa traer
un niño al mundo para cumplir, para hacer un check. Creo que es falta de
cojones de las mujeres, de no atreverse a tomar las riendas y decir: yo no
quiero esto.
Florencia
Herrera apunta:
–Antes
se tenían hijos mucho más inconscientemente. No estaba el tema de la
planificación, de asegurarse que va a poder ir a un buen colegio. Hoy el niño
se ha transformado en el centro de la familia. Entonces ya no se trata sólo de
cuántos hijos voy a tener, sino qué calidad de hijos voy a tener. Esa exigencia
es súper fuerte y muy agotadora.
O sea, ¿la maternidad se ha puesto tan exigente
que se está convirtiendo en una carga?
Una
noche, hace algunas semanas, Kristina Schreck (41) se juntó con su amiga
Jennifer, gringa y casada con un chileno, igual que ella. Jennifer le contó que
el fin de semana se había ido a la playa con marido y prole. Más el scooter de
uno de sus hijos. Más todos los juguetes del otro. Más trajes de baño, toallas,
perro. Se le olvidó llevar la comida del perro. Igual lo pasaron chancho, dijo
Jennifer. Y después:
–Tú, Kristina, ¿por qué no quieres tener hijos?
Kristina
–ojos verdes, piel tostada, humor negro– le respondió:
–¡Porque no suena nada
divertido!
Se ríe de nuevo ahora que lo cuenta. Vive en Chile desde hace 13
años y está casada hace 3 con el artista visual Rodrigo Cabezas (49). Los dos
conversan sobre qué podrían hacer más rato. Quizás irse a la playa. Esa
libertad, además del amor que cada uno le tiene a su trabajo –Kristina es
periodista y trabaja promoviendo a Chile como destino turístico en el extranjero,
así que le toca viajar mucho–, son los motivos principales para no tener hijos.
A
Rodrigo el tema no lo desvela.
–No
tengo problema con los niños –dice Kristina. –A los 20 ó 30 años pensaba que
algún día iba a tener uno. Pero resulta que cumplí 35, después 38, y un día
cumplí 40 y desperté y pensé: “¿Sabes qué? No quiero tener hijos. No quiero
seguir diciendo que algún día voy a tener”. Y sentí un gran alivio. Porque soy
perfectamente feliz así.
Algo
parecido le pasa a Marcia Riveros, 38 años, constructora civil e ingeniera
civil. Cuando salió de la universidad se puso a trabajar supervisando obras de
gran envergadura, como centrales hidroeléctricas. A veces le tocaba vivir
varios meses en campamentos en la mitad de la nada. Le fascinaba su pega
–manejar tractores, detonar explosivos– pero a esa edad, 23 años, pololeaba y
pensaba que algún día probablemente tendría familia y que esa vida no era
compatible con un marido e hijos. Así que viró hacia el área de finanzas.
Hoy
tiene marido –el mismo hombre con el que estaba a los 23– y un trabajo de
oficina en Chiledeportes. Además pertenece a un grupo de estudio de Filosofía y
al Club de Inventores de Chile.
Hijos, no.
–No
encuentro una buena razón para decir que sí. A mí no me nació el instinto
maternal. Hay gente que mira a las guaguas y se vuelve loca. Yo miro a las
guaguas de mis amigas y digo qué lindas, pero chaíto nomás. No hay caso.
A su
pareja, Cristián, sí le gustaría ser papá. Han tenido sus discusiones. Una vez
incluso, hace poco, Marcia accedió a intentarlo. No quedó embarazada a la
primera y en seguida desistió.
–Me di cuenta que era tanta la insistencia de él
que yo sucumbí a esa presión. La de él y la de mi suegra. “A las mujeres que no tienen hijos, las dejan los maridos”, me dice.
Yo no peleo con ella: tengo una relación de tantos años con Cristián, y hemos
pasado tantas crisis, que si se quiere ir, se irá igual. Aunque tengamos hijos.
Todas
las mujeres que participaron en este reportaje dicen haber recibido algún tipo
de presión para tener hijos: por parte de parejas, familia o amigos. A las
mamás y suegras, es a las que más les cuesta entenderlo. No comprenden que haya
mujeres que se estén desmarcando del binomio mujer-madre.
Me voy a esterilizar
Bárbara
Pavón, la de los ojos celestes, está terminando su tesis de Diseño Gráfico y
quiere armar su propia oficina con varios clientes para los que ya trabaja en
forma independiente. Y a los 24 años tiene en mente esterilizarse apenas pueda.
–No estoy ni ahí con depender el resto de mi vida de una pastilla
anticonceptiva.
En
Chile, en enero de 2009 se derogó la disposición del Ministerio de Salud que
establecía un mínimo de 4 hijos y la autorización del marido para practicarle
una esterilización tubaria o ligamiento de las trompas. Hoy, cualquier mujer en
edad fértil, incluso si no ha tenido hijos, lo puede hacer. Los médicos pueden
negarse aduciendo objeción de conciencia. En general no lo recomiendan: les
dicen a sus pacientes que algún día pueden separarse, volverse a casar, en fin:
encontrarse en otro escenario y desear hijos.
Según
el estudio del Centro de Microdatos de la Universidad de Chile, el porcentaje
de hombres y mujeres que cambian de opinión con respecto a la decisión de no
tener hijos está en torno a 20 %. El ginecoobstetra de Clínica Las Condes,
Marcelo Pradenas, complementa: Con frecuencia tenemos mujeres que tienen su
primer hijo a los 35 años. Por lo tanto, muchas de esas pacientes de
veintitantos que dicen “no voy a tener un
bebé nunca”, van a querer tenerlo a los 39 ó 40. He tenido varios casos
así.
No hay
una postura unánime sobre los efectos físicos que puede tener en una mujer no
tener hijos nunca. El ginecoobstetra Hugo Salinas, jefe de Maternidad del
Hospital Clínico de la Universidad de Chile, plantea: “Si una mujer lo decide
libremente, no tiene ninguna repercusión orgánica ni sicológica”. Marcelo
Pradenas asegura que el riesgo de cáncer de mamas, ovario y endometrio aumenta
levemente, aunque nunca tanto como para que tener un hijo constituya una
prevención.
Los hijos son carísimos
Rocío
Alvarado (29, abogada y estudiante de Gastronomía) y Andrés Barraza (25,
personal trainer y deportista de triatlón) lo conversaron desde el principio.
Los dos son hijos menores y fueron viendo cómo, a medida que sus hermanos y
primos mayores se casaban y tenían hijos, aumentaban las ojeras y disminuía la
calidad de vida.
Dice
Rocío que, cuando hace dos años conoció a Andrés, le dijo: “Ya, bacán, me gustái, pero no quiero tener
hijos”.
–Estamos
en una edad en que hay que plantear estas condiciones desde el principio
–agrega. Él estuvo de acuerdo.
–Hasta
mis hermanos mayores, que tienen hijos, me aconsejan que no tenga –dice. –Que
son un gasto muy grande, que no te dejan tiempo, que te esclavizas. Tienes que
trabajar para otro. Y no quiero. Yo trabajo en las mañanas y en las noches para
financiar mi entrenamiento.
–Acá
una buena educación es cara, una buena casa en un barrio seguro es caro, el
transporte público no es muy bueno entonces tendríamos que tener un auto… Todo
empieza a sumar –agrega Rocío. –Y para mí el trabajo es fuente de placer, no
quisiera tener que trabajar en algo que odio para poder mantener a un hijo.
Ambos
conceden que algún día pueden cambiar de opinión. Pero lo ven lejano. En
Estados Unidos se les llama “fencesitters”, algo así como “sentados sobre una
reja”: no saben hacia qué lado van a caer.
–Puede que nos den ganas en 5 años,
en 10, o nunca –dice Andrés. –Pero si me preguntas ahora si alguna vez quiero
tener guagua, mi respuesta es: nunca.
Viejos solos
Pocas
decisiones tan personales como ser mamá o papá traen consecuencias tan
importantes para toda la sociedad. Por ejemplo, está el tema de la vejez.
¿Quién va a cuidar a los que no fueron padres?
Sofía Ortigosa, 28 años,
periodista, se molesta cuando le dan este argumento para convencerla de tener
hijos.
–Yo me
concibo por lo menos hasta los 45 viajando, siendo nómada. Tengo más ganas de
tirarme 80 veces en paracaídas antes que de tener un hijo. No me da miedo
quedarme sola. Quizás me daría cosa ser vieja y estar enferma, pero para eso
son los amigos. Tengo tías que decidieron no casarse ni tener hijos. Se
dedicaron a viajar, a estudiar. Hoy tienen 70 años, hablan 5 idiomas, su
círculo de subsistencia son sus amistades y son mucho más sociales que las
mujeres que están en pareja con hijos.
Alejandra
Castillo apunta: ¿Que si me da miedo quedarme sola con mi gato? No. Yo me veo
escribiendo, viajando, dando conferencias. Uno es responsable de las decisiones
que toma y yo creo que ésta es una decisión de la que no me voy a arrepentir
nunca.
Y así
lo grafica Kristina Schreck: Una amiga mía hace un tiempo me preguntó: “¿Pero quién te va a cuidar cuando seas
vieja?” Y yo le dije, riendo: “¡Los
mismos empleados del asilo de ancianos que te van a cuidar a ti cuando tus
hijos te metan a uno!”.
Propuesta para la familia
Alarmados
por las indiscutibles tendencias mundiales de tener menos hijos o, incluso,
ninguno, han surgido grupos que plantean incentivos para reflotar la
maternidad. La Fundación Jaime Guzmán, por ejemplo, propone que las familias
numerosas tengan menos carga impositiva proporcionalmente.
Partiendo
de la premisa de que la familia tradicional –matrimonio e hijos– cumple
funciones insustituibles en la sociedad pero va cuesta abajo por el aumento de
divorcios, la baja tasa de fecundidad y el nacimiento de hijos fuera del
matrimonio, el abogado Manuel Uzal, director del área de estudios de la
Fundación Jaime Guzmán, elaboró la Propuesta tributaria a favor de la familia.
“Queremos apoyar a las familias estables para que el costo asociado de tener
hijos tenga una retribución económica”, dice. “Proponemos un impuesto a la
renta familiar por tributación ponderada: que los padres sumen sus ingresos y eso
se divida por el número de integrantes de familia. Así, mientras más miembros
tenga una familia, menos impuestos se pagan. Si las empresas tienen mecanismos
de reducción de impuestos, ¿por qué las familias no?” Además de esta reforma
tributaria, la propuesta de Uzal plantea que el Estado aporte 21 UF a un fondo
previsional para cada hijo nacido vivo, y un aumento de los bonos y subsidios
por carga familiar.