En el proceso de duelo por un amor
que concluye siempre llega un momento en que tenemos la oportunidad de darnos
cuenta de los errores que nosotras mismas cometimos en la relación.
Por ese camino, si permitimos que
ocurra, tarde o temprano veremos descarnadamente la fea cara de esa que una no
querría ser pero, muchas veces, UNA ES. Esa parte nuestra que inexplicablemente
atenta contra el amor una y otra vez, saboteando nuestras relaciones. Ese
aspecto interno que está furioso y que unas veces irrumpe por sorpresa e intenta
destrozarlo todo brutalmente, y otras escapa aterrorizado y lleno de pánico.
¿Cómo podemos las mujeres
establecer vínculos profundos y duraderos en la relación de pareja, en lo que
depende de nosotras? Para lograrlo lo primero que tenemos que saber es que no
basta con conectar con la mujer salvaje y elevar nuestra autoestima. Si
queremos conocer el amor de pareja, el amor real –no el que idealizamos–, tenemos que aprender a
mirar de frente nuestra propia sombra, porque ésta existe a pesar de estar muy
poco mentada dentro del mundo del cremiento personal femenino.
Por supuesto que los hombres también
tienen que hacer lo suyo, eso es innegable, pero es algo que no está en
nuestras manos. Lo que sí está en nuestras manos es el trabajo sobre nosotras
mismas. Desde ahí es importante recordar que en el camino de la sanación
femenina quizá se ha olvidado el hecho de que nosotras también tenemos
poderosas monstruas internas que necesitan ser domesticadas para evitar que
emerjan inconscientemente y destruyan nuestros vínculos actuando reactivamente y en contra de nuestros
anhelos más profundos.
En esas ocasiones en vez de huir
(que es la primera reacción que una tiene), la mujer tiene que aprovechar la
ocasión y quedarse quieta para acechar valientemente su propia sombra y asi
poder conocerse mejor. Si osa mirarla verá con claridad meridiana a esa que es
parte intrínseca de una misma. Una bicharraca extraña que escapa a nuestro
control y que no solemos reconocer como parte nuestra, porque nos pasamos la
vida proyectando su imagen sobre los demás. En ella residen no sólo aspectos
que consideramos negativos, sino también un enorme potencial creativo al que
podemos acceder si aprendemos cómo relacionarnos con ella.
Rara vez la vida nos regala momentos
en los que podemos vislumbrar nuestra sombra ya que ésta, por su propia
naturaleza, es huidiza. El duelo por un amor concluído es una de esas ocasiones sagradas porque,
tarde o temprano, nos hace asomarnos a “esos momentos perdidos” aquellos que podrían haber sido pero que ya nunca podrán ser… Y entonces, cada paso
que una dio contra el amor, vuelve como dolosa enseñanza de aquello que no
queremos volver a repetir.
Y está bien que duela, porque así
una aprende. Si la mujer es honesta y está comprometida en su proceso de
maduración, aprovechará la ocasión y podrá ver con claridad meridiana a esa que,
siendo ella misma, la aleja paradójicamente de lo que ella misma más anhela.
Cuando nos damos cuenta de que
fuimos muy exigentes, o muy déspotas, o muy tiranas, o muy despreciativas, o
muy demandantes, o muy celosas, o muy quejicas, o muy lo que sea... estamos ante un momento
sagrado que, a la vez, es enormemente doloroso. Sin embargo éste es un paso
imprescindible en el camino de individuación que hay que transitar para
transformarnos en una mujer adulta, capaz de construir vínculos profundos de
amor real.
Cuando la mujer “se da cuenta”, y
ve lo que ha perdido por lo que podríamos llamar sus “fallos”; la niña
caprichosa, exigente y marisabidilla que se cree perfecta comienza a morir… ¡Qué
gran momento! Porque sólo cuando esa niñata muere en nuestro interior, la mujer
que estamos destinadas a ser comienza a abrirse camino en nuestra vida.
Asimismo lo que la mujer no debe
olvidar nunca es lo siguiente: en ese momento, en medio del estupor del darse
cuenta, una gran lupa se instala sobre sus conclusiones, magnificando la
potencia negativa de sus propios actos. Sea cual sea la magnitud de tus propios errores
no te agobies, una relación siempre es una construcción que se realiza entre
dos.
Por tanto no te flageles, no te
castigues, no hay nada que expiar. Llora lo que tengas que llorar, toma nota de
tus errores y trabaja sobre ellos porque SEGURO QUE VOLVERÁS A REPETIRLOS en
futuras relaciones, ya que siempre ocurre así. Sólo una mujer adulta puede
asumir su parte de responsabilidad sobre el final de una pareja, y tú ya has
dado el primer paso al reconocerlo. Ten esperanza puesto que quien “ha visto” y
se mantiene firme en un camino de aprendizaje, ya nunca volverá a la oscuridad
inconsciente y reactiva que tiende a culpabilizar de todo a los demás.
Recoge tus proyecciones, hazte
consciente de tus obstáculos relacionales y trabaja sobre ellos. Recuerda que
la mujer adulta que está naciendo en ese “darte cuenta”, puede aprender a
gestionar su propia neurosis respecto a la pareja para llegar a vivir un amor real.
Ponte en marcha para tener disponibles recursos de gestión y actívalos cuando
el amor regrese a tu vida, para que éste te encuentre abierta, despierta,
dispuesta y consciente.
ENSEÑANZAS PARA MUJERES : EL ARTE
DE ESTAR EN PAREJA
http://elartedeestarenpareja.blogspot.com.es/
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