• El encuentro de la mujer con su propia sombra cuando acaba el amor


Por Marianna Doña Loba

En el proceso de duelo por un amor que concluye siempre llega un momento en que tenemos la oportunidad de darnos cuenta de los errores que nosotras mismas cometimos en la relación.

Por ese camino, si permitimos que ocurra, tarde o temprano veremos descarnadamente la fea cara de esa que una no querría ser pero, muchas veces, UNA ES. Esa parte nuestra que inexplicablemente atenta contra el amor una y otra vez, saboteando nuestras relaciones. Ese aspecto interno que está furioso y que unas veces irrumpe por sorpresa e intenta destrozarlo todo brutalmente, y otras escapa aterrorizado y lleno de pánico.

¿Cómo podemos las mujeres establecer vínculos profundos y duraderos en la relación de pareja, en lo que depende de nosotras? Para lograrlo lo primero que tenemos que saber es que no basta con conectar con la mujer salvaje y elevar nuestra autoestima. Si queremos conocer el amor de pareja, el amor real –no el que idealizamos–, tenemos que aprender a mirar de frente nuestra propia sombra, porque ésta existe a pesar de estar muy poco mentada dentro del mundo del cremiento personal femenino.

Por supuesto que los hombres también tienen que hacer lo suyo, eso es innegable, pero es algo que no está en nuestras manos. Lo que sí está en nuestras manos es el trabajo sobre nosotras mismas. Desde ahí es importante recordar que en el camino de la sanación femenina quizá se ha olvidado el hecho de que nosotras también tenemos poderosas monstruas internas que necesitan ser domesticadas para evitar que emerjan inconscientemente y destruyan nuestros vínculos actuando reactivamente y en contra de nuestros anhelos más profundos.

En esas ocasiones en vez de huir (que es la primera reacción que una tiene), la mujer tiene que aprovechar la ocasión y quedarse quieta para acechar valientemente su propia sombra y asi poder conocerse mejor. Si osa mirarla verá con claridad meridiana a esa que es parte intrínseca de una misma. Una bicharraca extraña que escapa a nuestro control y que no solemos reconocer como parte nuestra, porque nos pasamos la vida proyectando su imagen sobre los demás. En ella residen no sólo aspectos que consideramos negativos, sino también un enorme potencial creativo al que podemos acceder si aprendemos cómo relacionarnos con ella.

Rara vez la vida nos regala momentos en los que podemos vislumbrar nuestra sombra ya que ésta, por su propia naturaleza, es huidiza. El duelo por un amor concluído es una de esas ocasiones sagradas porque, tarde o temprano, nos hace asomarnos a “esos momentos perdidos” aquellos que podrían haber sido pero que ya nunca podrán ser… Y entonces, cada paso que una dio contra el amor, vuelve como dolosa enseñanza de aquello que no queremos volver a repetir.

Y está bien que duela, porque así una aprende. Si la mujer es honesta y está comprometida en su proceso de maduración, aprovechará la ocasión y podrá ver con claridad meridiana a esa que, siendo ella misma, la aleja paradójicamente de lo que ella misma más anhela.

Cuando nos damos cuenta de que fuimos muy exigentes, o muy déspotas, o muy tiranas, o muy despreciativas, o muy demandantes, o muy celosas, o muy quejicas, o muy lo que sea... estamos ante un momento sagrado que, a la vez, es enormemente doloroso. Sin embargo éste es un paso imprescindible en el camino de individuación que hay que transitar para transformarnos en una mujer adulta, capaz de construir vínculos profundos de amor real.

Cuando la mujer “se da cuenta”, y ve lo que ha perdido por lo que podríamos llamar sus “fallos”; la niña caprichosa, exigente y marisabidilla que se cree perfecta comienza a morir… ¡Qué gran momento! Porque sólo cuando esa niñata muere en nuestro interior, la mujer que estamos destinadas a ser comienza a abrirse camino en nuestra vida.

Asimismo lo que la mujer no debe olvidar nunca es lo siguiente: en ese momento, en medio del estupor del darse cuenta, una gran lupa se instala sobre sus conclusiones, magnificando la potencia negativa de sus propios actos. Sea cual sea la magnitud de tus propios errores no te agobies, una relación siempre es una construcción que se realiza entre dos.

Por tanto no te flageles, no te castigues, no hay nada que expiar. Llora lo que tengas que llorar, toma nota de tus errores y trabaja sobre ellos porque SEGURO QUE VOLVERÁS A REPETIRLOS en futuras relaciones, ya que siempre ocurre así. Sólo una mujer adulta puede asumir su parte de responsabilidad sobre el final de una pareja, y tú ya has dado el primer paso al reconocerlo. Ten esperanza puesto que quien “ha visto” y se mantiene firme en un camino de aprendizaje, ya nunca volverá a la oscuridad inconsciente y reactiva que tiende a culpabilizar de todo a los demás.

Recoge tus proyecciones, hazte consciente de tus obstáculos relacionales y trabaja sobre ellos. Recuerda que la mujer adulta que está naciendo en ese “darte cuenta”, puede aprender a gestionar su propia neurosis respecto a la pareja para llegar a vivir un amor real. Ponte en marcha para tener disponibles recursos de gestión y actívalos cuando el amor regrese a tu vida, para que éste te encuentre abierta, despierta, dispuesta y consciente.

ENSEÑANZAS PARA MUJERES : EL ARTE DE ESTAR EN PAREJA
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