La
matria ha sido arrollada por la patria
Por
María Milagros Rivera Garetas / 13 octubre de 2017 / www.ub.edu/duoda
En 1938, durante la Guerra
Civil española, mientras marchaba a Francia camino del exilio, murió el padre
de María Zambrano en un piso que tenía entonces la II República en la avenida
Diagonal 600, en lo que hoy es la Plaza Macià.
Cincuenta años después,
María Zambrano recordaba esos tiempos tremendos en la entrevista que le hizo
Pilar Trenas en 1988, diciendo:
“Sí,
perdí a mi padre, perdí la patria, pero me quedó la madre, la matria, la
hermana, los hermanos. Me quedó todo, y hasta mi padre, que sentí que iba con
nosotros. Pero ¡qué alegría, padre, que tú no tuvieras que sufrir los avatares
del exilio!”
¿Qué ha sido de la matria?
¿Qué ha sido de la casa común de la madre? La matria no tiene territorio, ni
ejércitos, ni fronteras, ni correlaciones de fuerzas como motor de la historia.
Tiene sentires, relaciones, lengua materna, amor, anchura, vida, apertura,
hermandad. Es la política previa y contigua a la polis; es la verdadera política.
La matria ha sido arrollada
por la patria. Patria viene de “pater”,
padre. El padre le ha quitado a la madre (“mater”)
la nación, el lugar doméstico (de “domus”,
“casa”) y el hecho maravilloso del nacimiento, el primero y principal hecho
histórico que vive y protagoniza cada ser humano: su propio nacimiento. Y lo ha
degradado, como hacen todos los ismos.
El nacimiento de madre ha degenerado
en nacionalismo. La preciosa matria que fue la civilización occitana medieval,
la de la Lengua de Oc, la que decía “sí” con la palabra “oc” (del “hoc” latino,
“eso”, “eso es”) fue destruida a principios del siglo XIII por una cruzada
patriarcal. Se convirtió entonces en el fantasma recurrente de una civilización
mediterránea femenina, espiritual y poética perdida, fantasma que sigue
obsesionando -y con razón- a nuestra memoria, pidiendo rescate y
redención.
En el nacionalismo hay
muchas mujeres, también feministas. Muchas mayores, nacidas durante la
dictadura franquista; y muchas jóvenes, educadas bajo el principio patriarcal
de igualdad o unidad de los sexos. Entre las más significativas se observa
desesperación y furia. ¿Será por la pérdida de la matria?
En la patria no hay
libertad femenina; hay homologación con la libertad masculina, alienación,
exilio. En la patria, la mujer no es adorada sino seducida y temida, porque se
puede dar cuenta del delito horrendo cometido contra ella y vengarse. ¿De ahí
la furia de las nacionalistas más poderosas, que se equivocan de enemigo?
Porque ¿de qué le sirve a una mujer
libre el cambiar una patria por otra? “Como mujer, no tengo patria…”,
escribió Virginia Woolf.
“La mujer nunca adorada se convierte en Némesis, en justicia que corta la vida de los hombres”, advirtió María Zambrano en su libro “El hombre y lo divino”.
Recuperemos la matria. Ayuda la política de las mujeres, que es la práctica de las relaciones; y, dentro de ella, ayuda mucho la política de lo simbólico, la del sentido de la vida y de las relaciones (Lia Cigarini). No ayuda la violencia, que no es ni siquiera política, aunque se la suela llamar así.
“La mujer nunca adorada se convierte en Némesis, en justicia que corta la vida de los hombres”, advirtió María Zambrano en su libro “El hombre y lo divino”.
Recuperemos la matria. Ayuda la política de las mujeres, que es la práctica de las relaciones; y, dentro de ella, ayuda mucho la política de lo simbólico, la del sentido de la vida y de las relaciones (Lia Cigarini). No ayuda la violencia, que no es ni siquiera política, aunque se la suela llamar así.