Historiadora,
museógrafa y fitomántica peruana. Ha publicado el libro “Del Silencio a la
Palabra: Mujeres peruanas del siglo XIX–XX”. Desde el 2006 investiga la
relación de la mujer con la alimentación en el antiguo Perú.
Entrevista
de Gabriela Wiener - 29 de octubre del 2017 - www.larepublica.pe
Las “verdades históricas” sobre las mujeres
suelen servir para justificar una realidad por largo tiempo desigual. Hace 486
años nuestro cuerpo era nuestra fortaleza –dice la historiadora Maritza
Villavicencio, una de las más acuciosas investigadoras del universo femenino
precolombino. “En el siglo XXI se cree que los cuerpos de las mujeres son un
escollo para la realización profesional o personal”. Por eso Villavicencio
lleva muchos años estudiando las antiguas culturas, porque “indagar por el
pasado remoto nos obliga a mirarnos con nuestros ojos y desde la singularidad
de nuestra historia”. Mujer, Poder y Alimentación en el antiguo Perú, su más
reciente libro publicado por el Fondo Editorial de la Universidad San Martín de Porres, desmonta
los principales mitos acerca de las relaciones de género en la antigüedad.
- ¿En
qué momento entendiste que el análisis de la alimentación era tan relevante en
relación al género?
- Cuando descubrí que en el antiguo Perú las
fuentes generadoras de alimentos (el mar, las islas, las lagunas, la tierra)
fueron consideradas deidades femeninas. Toda fuente donde germinaba la vida se
asoció con la hembra femenina de la especie humana: único ser capaz de
reproducir la vida pues la sostiene antes y después del nacimiento. El cuerpo
de la mujer fue asumido como prodigio, por tanto, fue sacralizado. Este
paradigma reguló el estatus social de las mujeres y las relaciones de poder
entre los sexos.
- En
tu estudio se analizan ciertas falacias de las que hablabas, como por ejemplo
el rol dependiente de la mujer respecto al hombre en las sociedades
originarias. ¿Cuál es para ti el hallazgo más sorprendente de estas revisiones?
- Me impactó que la arqueología de género
demostrara que los varones no fueron el sustento principal de los grupos
humanos durante los períodos paleolítico y neolítico. Por el contrario, fueron
las mujeres quienes aportaron el 70% de la dieta alimenticia, es decir fueron
ellas quienes garantizaron la supervivencia de la especie humana.
- ¿De
qué otras desmitificaciones respecto a una supuesta subordinación fundacional
entre sexos estamos hablando?
- En primer lugar, se viene abajo la creencia del
binomio “varón cazador proveedor” / “fémina dependiente, esperándolo en la
cueva”, que justificaba por razones de sobrevivencia el sometimiento de la mujer
al hombre e incluso el ejercicio de la violencia contra ella. También se viene
abajo la imagen del macho fornido enfrentando cuerpo a cuerpo a los animales de
gran tamaño. En la caza participaba toda la comunidad, mujeres, infantes y
ancianos, cumpliendo tareas diversas. Otro tema es que el hombre no era el
único hacedor de herramientas y armas. Las mujeres también las fabricaron. Es
decir, las mujeres cazaron y fueron productoras de tecnología.
- ¿Qué
consecuencias podría tener que asumiéramos que las cosas son muy distintas a
las que creemos?
- La tergiversación de la historia universal,
incluida la nuestra (sino no sería universal) es gravísima para el sexo
femenino, pues se ha construido para ocultar el poder que tuvieron las mujeres
y ganarlas, física, material e ideológicamente, a un modelo de desarrollo que
niega su naturaleza, que otrora fue el fundamento de su posicionamiento en la
cúspide del poder político, religioso, social, cultural y económico.
- ¿Hasta
dónde llega la tergiversación de nuestra historia?
- Legitimar las actuales relaciones de inequidad
entre los sexos es solo uno de sus resultados. Pero hay algo más grave y es la amenaza
latente de eliminación de las mujeres de la especie humana: en el continente
asiático en el 2000 hubo 100 millones de mujeres menos por feticidio femenino;
esta espeluznante cifra aumentó en el 2014. Las jóvenes retrasan su maternidad
para mantenerse competitivas en el mercado laboral y cuando deciden ser madres
deben recurrir a la fertilidad asistida, así poco a poco la biotecnología se
adueña de la capacidad reproductiva de las mujeres. Conocer nuestra historia
real podrá contribuir a elaborar nuevos paradigmas e inspirar nuevos
imaginarios femeninos armoniosos con nuestra naturaleza.
- ¿El
trabajo de los cuidados, ese invisible y no remunerado, ejercido por las
mujeres, siempre fue tan minusvalorado?
- Procrear, alimentar, vestir y cuidar la prole
empoderó a las mujeres, pero estas funciones eran comunales, no de una sola mujer
aislada en una casa. El poder femenino estuvo institucionalizado en el
Tahuantinsuyo. Nuestras antepasadas crearon estructuras e instituciones
femeninas de ejercicio del poder, definieron sus ámbitos de intervención y
moldearon formas organizadas de crianza al interior de estas. ¿Qué forma o
formas hemos diseñado nosotras? Sería conveniente que nos demos tiempo para
pensarlas para no seguir contribuyendo con su invisibilidad.
- Me
gusta mucho cuando dices que los hombres han masculinizado espacios femeninos,
pero no se han feminizado espacios tradicionalmente masculinos. ¿Qué
resistencias has encontrado a la hora de desarrollar tu trabajo?
- Al inicio me hacían bullying, con excepciones
claro está. Incluso, algunas arqueólogas estaban dispuestas a darme información
de sus valiosos descubrimientos de evidencias femeninas, pero no querían
aparecer, para no exponerse al juicio mordaz de sus colegas. Para ser justa,
debo decir que ya desde hace algunos años cuento con todo el apoyo y respeto de
los arqueólogos. Todavía no sé cómo reaccionarán los historiadores ante este
libro.
- ¿Qué
huellas podemos encontrar en la mujer peruana contemporánea de aquella otra del
antiguo Perú?
- Hay mujeres peruanas empresarias con tres o
cuatro hijos, y otros familiares a su cargo, que comenzaron prestándose zapatos
para su primera cita de negocios y hoy facturan millones. También hay miles de
mujeres de escasos recursos que se unieron en comedores populares para
alimentar a sus familias y llegaron a alcaldesas, regidoras municipales y
congresistas. En la década de los noventa el cólera no se convirtió en pandemia
gracias a ellas. La capacidad organizativa y el trabajo cooperativo del que son
capaces es único y casi sin parangón en el mundo. Creo que esa cualidad habita
en el ADN, en la memoria legada por nuestras antepasadas.